Afros, por Casimira Monasterios |¡Barlovento, tierra ardiente y del cacao! (Temática)

En la última década la población barloventeña ha vivido días aciagos a causa de la acción del hampa en combinación con el paramilitarismo sembrado por la ultraderecha sin que hasta ahora la acción gubernamental haya podido solventar tal situación, por la cual han derramado ríos de lágrimas madres, esposas, hermanas, comadres, primas y amigas.

Seríamos ingenuas si creyéramos que los males que hoy aquejan a Barlovento son solo un problema de los órganos nacionales policiales y militares. Nuestros males tienen raíces profundas, la causa de nuestros males las han ido sembrando poco a poco, comenzando por el desarraigo del ser barloventeño de su propia tierra. Históricamente la juventud barloventeña ha estado obligada a emigrar a Caracas y su Área Metropolitana en busca de empleo y estudio. Durante la IV República completaba este cuadro la recluta.

¿CÓMO FUE QUE PASÓ TODO ESTO?

A lo largo de todo el siglo XX las y los barloventeños han engrosado las filas de trabajadoras y trabajadores que mueven las fábricas, la industria de la construcción y el transporte, la buhonería, servicio doméstico en “casas de familia” (cocineras, niñeras, servicio de adentro), jardineros, mandaderos, cocineras de restaurantes, etc.

¿Cómo es que las élites económicas y políticas lograron arrancar al pueblo barloventeño de su terruño?

En primer lugar, ahorcando la agricultura que es la base económica fundamental de Barlovento, pagando a precios irrisorios el cacao, aguacate, plátanos y cambures, cítricos, tubérculos, coco, etc.

En segundo lugar, enseñándoles que ser conuquero, bracero del cacao es malo, feo, que eso es cosa de brutos, el atraso. Que lo bueno, lo indicado es venirse a Caracas. Al principio a malvivir en cuartos de pensiones y casas de vecindad; luego, ante los bajos salarios, a los cerros y orillas de quebradas. Bajo la falacia del progreso y con la esperanza de que los hijas e hijos tuvieran un futuro mejor, que podrían ser doctores, oficinistas, costureras en las fábricas de textiles, vendedores en tiendas, cargando camiones, cualquier cosa menos el trabajo de la tierra. Convenciéndolas y convenciéndolos de que el turismo es lo mejor.

Total “mejor es morirse pisa’o ‘e carro que pica’o ‘e culebra” y menos “jalando machete en hacienda ajena”.

Haciéndoles creer que son feas y feos, que tienen el “pelo malo”, que hablan mal, que sus expresiones lingüísticas son chabacanerías, nada in, nada chic. Que sus creencias y saberes son supercherías y brujería, separando sus comidas, bebidas y dulcería de su contexto agrícola; del mismo modo que también separaron su música, danza, poesía, teatro fueron separadas de su base material, calificadas como folclor y vaciadas de todo contenido estético y artístico. Cuando no, son vistas a través del lente del exoticismo, banalizadas al extremo.

SOMOS DUEÑAS Y DUEÑOS DEL FUTURO

El futuro de las mujeres barloventeñas no puede ser de lágrimas de rabia e impotencia, de dolor, tristeza y desesperanza. Cada vez que un joven cae por la violencia, cada vez que perdemos a uno por “la culebra”, cada vez que una o uno de los nuestros abandona el trabajo y el estudio y entra a una banda o a la cárcel, estamos perdiendo todas y todos.

El primer paso para recuperar a Barlovento es recuperar nuestra cultura material y espiritual como un todo armónico; recuperar nuestra tierra en toda su extensión, revalorizar nuestros saberes, todo nuestro legado histórico con orgullo y decisión. Recuperemos nuestros valores: la solidaridad, la buena vecindad, el comadrazgo… estando atentas y atentos ante el peligro que acecha a nuestros jóvenes, niñas y niños. Oyendo cuando nos alertan del peligro de la “mala junta”, atajando el mal a tiempo. Hoy por ti mañana por mí. Acompañándonos las unas y los otros en las buena y en las malas.

Nadie lo va hacer por nosotras y nosotros. Requerimos de encontrarnos y reencontrarnos, mas allá de la politiquería barata. Necesitamos, con urgencia, retomar nuestro aliento organizativo, rechazar el individualismo citadino. Retomando con decisión las enseñanzas ancestrales, mas allá del discurso demagógico del folclorismo. Enseñando lo que sabemos y aprendiendo lo que no sabemos. Exigiendo lo que nos corresponde y cumpliendo con nuestros deberes y el primer deber es salvar nuestra juventud asegurándonos un futuro mejor.

Ese futuro será posible si y solo si nos lo labramos nosotras mismas y nosotros mismos. ¡Ni un delincuente mas! ¡Ni un muerto mas!

Ilustración/ Vargas