Ya se cumplieron dos años de aquel último discurso, de aquel último adiós, de aquel triste diciembre. ¡Qué dolorosa despedida!
Venezuela entera quedó conmovida por sus valientes palabras aquel “sábado por la noche”. Esas vigorosas expresiones que nos hacían entender que pronto se enfrentaría a una nueva batalla, de la cual implorábamos salieras victorioso, ¡como siempre!
Pero no fue así, y meses más tarde su cuerpo sucumbió ante la conquista de ese poderoso enemigo de la humanidad. Pocos son, ¡a Dios gracias!, los que han podido vencerlo.
Entre aquellas visionarias palabras hay unas que nunca podremos olvidar, y es que cuando nos dijo que “…no faltarán los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para […] mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo, para acabar con la Patria…”; ciertamente no se equivocó.
Estos dos años han sido duros para todas y todos los venezolanos, o por lo menos para la inmensa mayoría. Su ausencia aún nos cuesta superarla.
La derecha internacional con el apoyo de la nacional ha descargado con todas sus fuerzas su potente arsenal contra nosotros, contra el pueblo mismo.
El rostro del fascismo se nos aparece por todos lados: intentos de golpe de Estado, aumento de los precios, especulación desenfrenada, acaparamiento y contrabando de los productos de primera necesidad, asesinatos selectivos a dirigentes del Gobierno, manipulación mediática brutal y, por si fuera poco, la corrupción y la delincuencia, a pesar de todo el esfuerzo para contenerlas, se agudizan cada vez más en nuestra sociedad.
La suma de todo esto, ¡hay que decirlo!, ha hecho que muchos camaradas hayan menguado su fe y su lucha. Porque no es esta la Patria que han soñado, y aún sabiendo que los máximos responsables de haber causado este cúmulo de dificultades son los mismos enemigos de siempre; es decir, los “zombis” ultraderechistas que todavía sueñan con restaurar el empobrecedor puntofijismo, su desencanto los achica.
A estos “compitas” le decimos: la izquierda jamás se rinde, y menos cuando lo cosa se pone difícil.
Sí, el comandante Hugo Chávez de verdad nos hace falta, eso nadie lo puede negar. Pero recordemos algo, solo se nos apartó su cuerpo, no su pensamiento. Nos toca practicar lo aprendido aunque sintamos el ánimo caído, y nuestro deber es enaltecer su ideario como buenos revolucionarios.
¡Viva Chávez por siempre!