La Asamblea Nacional (AN) es un espacio en el que nos tenemos que encontrar todas y todos los venezolanos, es allí donde se delinea el país que soñamos. Es por esto que debe estar conformada reflejando de manera cada vez más exacta la Venezuela de hoy y sus habitantes.
En nuestro país habitamos mujeres y varones en casi la misma proporción pero, hoy las mujeres somos apenas el 14% de la AN.
Desde finales del siglo XIX hemos peleado por nuestro derecho a la participación política, no para obtener cargos porque somos “unas viejas sin oficio”, sino porque es justicia que si somos la mitad de la población y vivimos y padecemos en diferentes términos que los hombres, entonces la mirada del país que tenemos es distinta y debe ser visibilizada en los espacios de poder, pero sobre todo en los espacios políticos de debate en los que se deciden las líneas que constituirán el país que nos pensamos, el que nos soñamos.
Hoy en día a nadie se le ocurre pensar que una mujer no puede estar al frente de una empresa, un organismo público, un Ministerio o cualquier otra forma de organización sea de la clase que fuera; y aunque aún quedan vestigios de discriminación en este sentido, ya el sexo biológico no es una limitante para medir las capacidades profesionales de nadie.
De hecho en las últimas estadísticas publicadas por el INE, en el nivel universitario, las mujeres somos 243.434 más que los hombres. Por lo que preparadas para asumir cargos de responsabilidad políticas, estamos.
Pero hablemos de la participación política como tal, los detractores de la paridad siempre argumentan cosas un poco ridículas para no darnos paso a las mujeres.
Entre ellas por supuesto está que de dónde van a sacar tantas mujeres para las candidaturas; la izquierda bolivariana en este punto no tiene ningún problema, pues nuestros espacios naturales de participación están plagados de mujeres; según el registro realizado en 2011 para la incorporación en el Gran Polo Patriótico (GPP) existimos en el país más de 3.000 movimientos de mujeres y feministas, sin contar con que más del 70 % de los Consejos Comunales están liderados por voceras mujeres.
Pero para la derecha la historia es distinta, porque por supuesto una opción política encabezada por los partidos PJ y UNT, que tienen su génesis en grupos de la llamada “Tradición, familia y sociedad”, la paridad es un golpe al hígado, pues no conciben la idea de tener que relegar a “sus hombres” sabios y preparados desde niños para asumir el poder político, para darle paso a mujeres “que deberían estar en su casa cuidando la progenie”.
Desde aquí y con mucho orgullo apoyamos en todas sus partes el reglamento emanado por el CNE para las próximas elecciones parlamentarias, en el que se establece el principio de paridad con alternancia; esperamos sí un 50–50 de los partidos políticos, porque no somos un sector de la población sino la mitad de la población, porque cuota no es paridad.
Creemos fielmente que con esta medida se ha hecho justicia, aunque sin duda seguiremos en pie de lucha para que se reforme la Ley Orgánica de Procesos Electorales, y lo que hoy es una norma perentoria se convierta en una norma jurídica que se mantenga en el tiempo.