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Leonardo Bracamonte, Coordinador de Estrategias del Celarg|“El chavismo representó un desafío cultural para una porción importante de la sociedad” |

Leonardo Bracamonte, Coordinador de Estrategias del Celarg|“El chavismo representó un desafío cultural para una porción importante de la sociedad”

Están entre nosotros, a nuestro alrededor, en la parada del metrobus, en la cola del banco, mojados bajo la lluvia, sofocados bajo el sol, pero nos cuesta aceptarlos como semejantes. Les bajamos el volumen cuando hablan, pero les pedimos que suban la voz cuando nos asalta una duda, solemos leerlos con reserva pero les exigimos que no se reserven nada cuando escriben, los consideramos indispensables para la sociedad, pero nos cuesta tomarnos un tiempo y pensar en lo que consideran en tal o determinada materia. Son los intelectuales.

El historiador Leonardo Bracamonte, Coordinador de Estrategias del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), fue uno de los responsables de la organización del simposio La razón extremista. Homenaje a Domingo Alberto Rangel, una ocasión más que propicia para hablar de ese intelectual de excepción, pero también de los intelectuales, de esos pensadores esenciales para un proceso histórico como el venezolano.

DOMINGO ALBERTO RANGEL, PROTAGONISTA

— ¿Quién era, quién es y qué representa hoy la figura de Alberto Domingo Rangel?

—Domingo Alberto Rangel fue un político e intelectual cuya actuación cubrió una parte crucial del siglo XX venezolano.  Inicia la vida política como militante de Acción Democrática en la coyuntura que ese partido protagonizó durante el llamado “trienio adeco” (1945-1948). La experiencia populista de AD durante la revolución de octubre hace que progresivamente se vaya organizando un núcleo de adecos que más adelante, a principios de los sesenta crearán el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), formado con el cometido de impulsar la insurrección.

Pero antes de la experiencia del MIR, señala Bracamonte, vino el exilio a raíz de a caída del gobierno de Rómulo Gallegos, el 24 de noviembre de 1948, que lo llevó por varios países de la región: “En Colombia, trabajando con Eduardo Santos, el político liberal, donde presenció el período de la violencia en Colombia y la gestación histórica de las formaciones guerrilleras campesinas que iban a derivar luego en las FARC”.

Con esa experiencia regresó a Venezuela, donde “la instauración del modelo de Punto Fijo planteaba varios desafíos para la “izquierda adeca”, pero específicamente para él”, subraya el historiador. “Para esos primeros años de régimen democrático eran contrastantes las diferencias con el desafío radical que estaba planteando la Revolución Cubana. Es decir, entre un proceso que estaba llamando a la emancipación del continente, como el cubano, y los llamados a seguir una conducta “políticamente correcta” que privilegiaba la unidad nacional de los partidos, para el caso venezolano”.

Bracamonte destaca que “desde la perspectiva de la izquierda adeca, o la que en breve haría parte del MIR, el espacio de la política no debía ser solo la vida parlamentaria, la de los acuerdos y desacuerdos, siempre entre caballeros bien entendidos, constreñidos por convenciones legales y culturales. El espacio de la política debía seguir siendo la calle, respondiendo a la represión gubernamental con acciones de autodefensa, y más adelante, en realidad en pocos meses, la guerra de guerrillas”.

MÁS ALLÁ DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

A la visión de que el detonante de la insurrección de la izquierda en Venezuela fue la experiencia cubana, Bracamonte le hinca la banderilla de algunas precisiones: “Es cierto que la Revolución Cubana insufló las expectativas de Acción Democrática de Izquierda, como se le llamaba. La enorme fuerza simbólica del proceso cubano de seguro contribuyó a alimentar la impaciencia de quienes finalmente apostaron por la revolución. Pero de igual modo existían razones que abonaron la decisión de irse por los márgenes de la política y de la guerra”.

Y fue en los márgenes de la política donde se mantuvo Rangel. De hecho,”fue un protagonista estelar de esos deslindes. Luego de la derrota de las vías que se habían escogido, participó en varias organizaciones que tuvieron poca trascendencia hasta que se decantó por convertirse en un abstencionista sin fisuras. Creía que la única forma de transformar drásticamente a la sociedad venezolana debía ser a través de la insurrección violenta”.

“Esta decisión en un país que cree casi de forma religiosa en los procesos electorales, con todo y su izquierda más radical, provocó algunos episodios más o menos prolongados de soledad. Sin embargo su incorporación como docente en la UCV le aseguró una carrera de profesor universitario e investigador bastante productiva. Su legado intelectual y político es amplio. Es uno de nuestros dirigentes más íntegros. La juventud debería tomar nota de la existencia de esta figura, pocas veces reivindicada.

EL CHAVISMO COMO DESAFÍO CULTURAL

— ¿Cómo aprecia la tensa, pero siempre respetuosa, y a veces hasta afectuosa, relación de Rangel con Chávez?

— Uno de los sectores o grupos que luego del 4 de febrero del 92 proclamó su solidaridad con el movimiento bolivariano fue el sector donde Domingo Alberto Rangel venía haciendo cierta vida política. Luego, junto a Manuel Vadell y Carlos Urrieta, entre otros, llegan a articularse con los primeros núcleos de gente cercana a Chávez. Sin embargo, poco tiempo después se distancian. Pero debo decir que desde siempre Chávez mostró respeto hacia él, recuerdo que en varias intervenciones en la televisión le enviaba saludos “al viejo”.

— ¿Por qué han “desaparecido” los intelectuales como él en el Proceso Bolivariano? ¿Acaso las circunstancias de un proceso como el nuestro engulle a esos intelectuales críticos, o los rechaza ante la inmensurable tarea digestiva de enfrentarse a una crítica fatua, infantil, o vacía de contenidos?

— Pienso que las circunstancias que fraguaron en el tiempo una personalidad como la de Rangel son en parte excepcionales. Para rememorarlo, para volver sobre su obra y analizarla a la luz de las circunstancias de hoy, el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos organizó el simposio titulado La razón extremista. Homenaje a Domingo Alberto Rangel. Allí se logró reunir a investigadores que desde distintas perspectivas analizaron su trayectoria y su producción intelectual. Sobre la segunda parte de tu pregunta, yo creo que existen intelectuales que han apoyado las transformaciones operadas en el país hasta el momento,

En ese apoyo, sostiene Bracamonte, se ha dado de formas diferenciadas en cuanto “a las apreciaciones del proceso, algunas más críticas o distanciadas y otras más comprometidas con las tareas políticas del ahora. Quienes están comprometidos con el aquí y el ahora están más cerca de los espacios donde se toman las decisiones, que deben tener lógicamente una lectura más pragmática de las cosas, están imbuidos en los procedimientos, etcétera. Ciertamente, el peligro para esta gente es que lleguen a cosificarse, a extremar el pragmatismo convirtiéndose en objetos producto del funcionamiento de las instituciones estatales”.

“Otros y otras se han colocado en las antípodas de lo que ha significado socialmente el chavismo. Sobre todo porque creo que el chavismo representó un desafío cultural para una porción importante de la sociedad, en el sentido específico de que las capas medias lo percibieron como una amenaza a su estilo de vida, a su identidad, a la continuidad de sus convenciones culturales, es decir, el chavismo era una amenaza al orden social y así lo entendieron los intelectuales que pronto se colocaron en la oposición”, advierte.

La percepción del chavismo como un peligro, señala el historiador, incidió en que a esos sectores les haya “costado tanto politizar su discurso, hacerlo más mundano, porque no ha sido fácil para ellos superar ese trauma de sentirse amenazados por ese rostro difuso, por esa multitud desarreglada que en la primera década del siglo XXI se llamó y se llama chavismo. Y me refiero a ese imaginario antipopular que se ha fraguado lamentablemente en las capas medias, porque los intelectuales en su mayoría provienen de ese lugar social. Y es un imaginario que se ha nutrido de estos miedos recurrentes que producen las movilizaciones populares. Durante el trienio también se movilizaron estos miedos”.

CAMPO CULTURAL: ¿CAJA DE RESONANCIA?

— Si la cultura debería manejarse en otros tiempos, en otros ritmos, a diferencia de lo político, lo económico o lo social, ¿por qué siempre se le exige a la cultura la operatividad y los efectos de la acción inmediata?

— En realidad esas esferas que mencionas no existen sin conexiones entre sí, como pareciera que lo planteas. En realidad se relacionan incesantemente. Pero en todo caso, para responderte: que desde el ámbito político se establezca o se trate de establecer una relación de subordinación hacia la cultura es un error que involucra no solamente a quienes desde el campo político entienden el campo cultural solo como una caja de resonancia de las urgencias diarias de un gobierno, ni siquiera de una revolución. Pero eso habla fundamentalmente de un campo cultural débil, sin autonomía para poder plantear sus propios intereses, más bien sus propios énfasis. No digo obviamente que estos sean espacios separados o despolitizados, pero la política y las manifestaciones del mundo tienen otras formas de expresarse en términos culturales. Claro que en al final un espacio se potencia con la energía o con la dinámica del otro, por eso hay que verlos como campos cuyos procesos de desplazan de un lado al otro.

LA VERDAD DICHA A TIEMPO

—¿Qué tenemos hoy como intelectual en nuestro escenario político desde el Proceso?

—Me parece que falta una investigación que se proponga exactamente eso, dar cuenta de las dinámicas, las tensas a veces y fluidas a veces relaciones entre la intelectualidad y el proceso. Pero en todo caso están allí, no se puede decir que no hayan dicho su verdad a tiempo, como decía una canción de Silvio Rodríguez. Otra cosa es que no le hayan parado ni media bola.

-¿Por qué se percibe, a veces, menos tolerancia con un lenguaje crítico si desde las altas esferas del Poder se están realizando muestras contundentes de aproximación y diálogo con diferentes sectores o áreas que protagonizan este presente de búsqueda de cambios paradigmáticos? ¿Es una percepción real o la considera usted artificial?

-Es cierto lo que dices. El presidente Maduro ha demostrado disposición al diálogo con distintos sectores. Hace unos días se hizo una reunión televisada con unos sectores del movimiento campesino. Esto es importante. Hay que recordar que en el campo se estableció lo que parece ser una política de exterminio hacia el movimiento campesino, con más de trescientos asesinados durante estos años. Una política cuyos autores hasta el momento permanecen ocultos. Y eso es inaceptable. Por eso el diálogo y los acuerdos que se establezcan son importantes, sobre todo también para reactivar la producción agrícola, entre otros asuntos de gran interés e importancia. Pero ocurre que con otros sectores que provienen del mismo campo popular la respuesta no ha sido la misma. Desde izquierda trasnochada hasta traidores. Son además puros descalificativos, como una estrategia para darse a la fuga antes de discutir problemas importantes.

-¿Hay tareas específicas para un intelectual en un proceso de ciertos aires sui generis como el que se protagoniza en la República Bolivariana de Venezuela? ¿Habría quizás que repensar su función inmediata? ¿Cómo aprecia ese fenómeno?

-No creo que haya tareas específicas. A menos que alguien milite en una organización y la organización le imponga determinadas tareas. Pero no creo que sea el caso de la mayoría. Sobre la idea de repensar la función de los intelectuales siempre es pertinente hablar de la responsabilidad social de esos sectores. Lo que sí debe hacer el Estado es crear las condiciones de posibilidad para crear con libertad, para pensar las vías hacia el cambio social en las mejores condiciones posibles. Y para extender el campo cultural hacia todos los sectores sociales, sobre todo los sectores históricamente excluidos. Este proceso ha logrado cambios culturales apreciables. Asistimos como nunca había ocurrido a un entusiasmo por la participación política que hablaba de una sociedad vital, despierta, con una voluntad de emanciparse única. Fueron momentos extraordinarios.

T/ Rubén Wisotzki
F/ Archivo CO