Los filósofos sueltan frases provocadoras, para despertar una respuesta o una reflexión, y se atienen a las consecuencias; la historia da larga cuenta de esas aseveraciones que son como piedras o como caricias, alimento para el pensamiento. El filósofo Vladimir Lazo, profesor de filosofía de la ciencia en la Escuela de Economía de la Universidad Central de Venezuela (UCV), también arroja la suya como revolucionario, como hombre comprometido con el proceso de cambios en el país, como hombre que apoyó a Hugo Chávez y apoya a Nicolás Maduro: “El Estado perdió la guerra económica, aunque ganó la guerra política”.
Lazo -en conversación con el Correo del Orinoco– asevera que en el país hay guerra económica, que a su juicio comenzó en el año 2011 cuando el presidente Hugo Chávez informó que tenía cáncer. “No se consiguen detergentes para platos, pero la misma compañía produce otros productos, que no son los que la gente necesita. No hay carne en los abastos, pero en los restaurantes hay la carne que quieras, No hay pollo, pero hay pollos en los restaurantes. En definitiva, no se surte a las familias”. Y los bienes escasos “son comprados al precio que sea”, grafica.
El Estado, por otra parte, “no puede controlar 60 mil puntos de venta en todo el país. Los controles, en ese sentido, son normalmente inútiles; deberías recorrer los locales todos los días, se te van los recursos en eso”. Lazo sostiene que si la burguesía hubiese podido responder a la demanda de la población con más producción “no habría habido este problema y la conspiración habría ido por otra parte”.
ESCASEZ ALTERNADA
Lazo no tiene ni un atisbo de duda. “Yo sí creo que estamos en guerra. Sus ejecutores en Venezuela son la burguesía venezolana, cuyo único objetivo en la vida es acumular capital. En lugar de expandir sus sistemas industriales, hace negocios con los dólares”, opina.
En su criterio, “otro mecanismo de la guerra es alternar la escasez, porque a veces está escasa la pasta de dientes, y otra veces escasea el papel. En la población se siembra el estrés de esta manera”. Está convencido de que, al menos una parte de la escasez, es planificada por algunos. Esos sectores “no pueden aducir que el Estado no les da dólares”, sostiene.
La describe como “una estrategia de desesperación de la sociedad”, que ha enfurecido incluso al pueblo chavista. “Pienso que el Estado perdió la guerra económica, aunque ganó la guerra política, porque el pueblo ha reconocido quiénes son los culpables de su situación. De lo contrario la población estaría protestando en Miraflores o frente a los ministerios”.
Los sucedido en los años 2002 y 2003, con el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y el paro de Pdvsa fue una enseñanza para el pueblo; especialmente, el sabotaje petrolero, durante el cual la gente “soportó la situación con una gran dignidad”, rememora. Por lo sucedido, el profesor piensa que las venezolanas y los venezolanos “saben quiénes son sus amigos y quiénes son sus enemigos”, y lo ha ido entendiendo con lo sucedido en El Caracazo (1989), con el proceso bolivariano.
“Pero la guerra política se puede perder por una razón: el pueblo puede entender que la burguesía trata de acabar con el Gobierno y que el Gobierno no se puede defender. Probablemente quienes están molestos votarían con dudas en las elecciones parlamentarias, o se abstendrán” de sufragar por el chavismo, alerta. “La gente piensa que no ganamos la guerra económica. Y la mejor guerra es la que ganas sin disparar un tiro”.
EL COMPROMISO DEL DESARROLLO
La clase obrera venezolana, especialmente la del Estado, “está preparada para sumir un compromiso, que es el del desarrollo. Si existe una parte de la población venezolana que puede asumir esa posibilidad” es ese sector, explica Lazo.
“Quienes están allí dirigen empresas de altísimo nivel y de complejidad tecnológica y técnica”, como Petróleos de Venezuela, las industrias de Guayana. Pueden, entonces, desarrollar ingeniería de precisión, imprescindible para la industrialización. “Pienso en la industria petrolera, en la industria minera”, acota.
Esas trabajadoras y esos trabajadores deben reconvertirse “en trabajadores que puedan desarrollar tecnología y técnicas”, apunta.
En su opinión, esta conversión puede ser rápida. “Estar listos no es solo un asunto técnico, sino político”; para ello es imprescindible “que tengan la conciencia de que pueden hacerlo, que entiendan su papel en la historia”, insiste. “En algunas épocas de la historia venezolana la clase trabajadora ha tenido conciencia de ello, pero en la Cuarta República eso se minimizó”. Mas en el proceso actual “la clase obrera tiene la obligación de hacerlo”.
La burguesía venezolana, acusa Lazo, “fracasó en el proceso de industrialización y desarrollo, y eso nos vuelve dependientes de la tecnología”. Lo atribuye a que el petróleo financia todo y a que la oligarquía no tuvo “un pulmón financiero propio para hacer inversiones serias en desarrollos industriales”.
Trae a colación lo sucedido en Europa, con la alianza entre científicos y capitalistas, que permitió el desarrollo industrial. Y lo compara con Venezuela, que “no tenía la cultura científica”. A esto se le sumó el factor petróleo, “una fuente de dinero muy grande”. Por ello “la burguesía, en lugar de inventar, trabajar, patentar” se dedicó a vivir del crudo, reprocha el filósofo.
DIANÓSTICOS
El Estado “lideró algunos intentos, con Marcos Pérez Jiménez (años 50), quien hizo las petroquímicas, hizo un plan ferroviario para el país. También hizo una siderúrgica”. Pero el plan fue dejado a un lado con el derrocamiento de Pérez Jiménez en 1959, en lo que Lazo no duda en calificar como incomprensión histórica. Aparte de ello, la estadounidense Alianza para el Progreso impuso otro patrón de producción, que no benefició al país.
En el Puntofijismo “se siguió profundizando la dependencia” porque el desarrollo industrial era “solo para sustituir importaciones”, que mantenía la misma dependencia estructural de los capitales extranjeros, lamenta. “Era una profundización de la dependencia, el subdesarrollo y la no industrialización relativamente independiente”.
En el VIII Plan de la Nación, a fines de los años 80, rememora Lazo, se admitió que la industrialización fracasó, pero se impuso la estrategia neoliberal de entregarles “todas las actividades que puedan producir acumulación de capital a los privados”. Además, el sistema político se descompuso, había manifestaciones casi a diario, se registraron las insurrecciones de 1992, recuerda.
A juicio del profesor ucevista, el presidente Chávez -una vez que comienza la Revolución Bolivariana- creyó que la burguesía se iba a reindustralizar, pero no fue así.
FALLAS DEL PRESENTE
Con algunas acciones asumidas por Chávez “se trató de desarrollar una industria agrícola importante, que produce pero no a la escala que necesita el país”, analiza. “Hubo esfuerzos válidos pero no dieron resultados. El Estado debió haber planificado también las fallas que podían ocurrir” en las empresas tomadas.
Hubo, de acuerdo con su visión, “falta de planificación de los planificadores y ejecutores de la política, que al no tener conciencia de lo que tenían en sus manos no lo hicieron bien”.
En cuanto a la industria minera y extractiva “hay muchas más perversiones”, con lo que dibuja como “insuficientes mecanismos de control y ejecución”.
Para el investigador, también habría una perversión en la industria petrolera. “La dirigencia sindical petrolera no ha entendido lo que tiene entre manos, porque piensa en tener cada vez más beneficios sacados de Pdvsa”, reclama. “Eso es no entender qué están haciendo, porque si se erosionan los ingresos de la sociedad venezolana porque quieren más, están lesionando los intereses populares”. No duda en afirmar que la dirigencia sindical petrolera es también responsable de que la industria petrolera no tenga la efectividad que se espera de ella.
TOMAR LAS RIENDAS
Ahora, el presidente Nicolás Maduro está “perfectamente claro en la exigencia de que la clase trabajadora petrolera, minera y agrícola venezolana tiene que tomar las riendas del desarrollo”, estima Lazo. La burguesía, como elemento adicional, “no tiene la capacidad institucional, científica ni tecnológica para hacerlo”.
Lazo argumenta que la dificultad no está en la preparación técnica, sino en la política: “La clase trabajadora venezolana piensa que la burguesía es la que puede y ella no, que es la burguesía la que sabe y la que manda”.
Descarta que la burguesía pueda participar en ese proceso de industrialización. “Para ello, tendría que tener tecnologías, patentes, desarrollo científico, y no lo tiene”, puntualiza.
El Estado, ratifica, no debería aceptar una alianza con la burguesía, aun cuando sí podría apoyar algunos emprendimientos.