En esta era de dispositivos electrónicos inteligentes, como el teléfono o la nevera, hablar de “pueblo inteligente” parecería como una moda.
Pero se trata de contraponer esta categoría a la de “intelectual”, entendido como la persona, mujer u hombre, “que se dedica a actividades en que predomine el empleo de la inteligencia -Facultad de entender, de comprender…Aptitud….para resolver todo tipo de problemas-” (PLI); por ejemplo los artistas, científicos, académicos, escritores, entre otros, son intelectuales.
Hoy los intelectuales son reconocidos por el número de títulos, premios, publicaciones, reconocimientos en academias reales o nacionales, etc.; mientras más acumula mas valor tiene; son una autoridad en una jerarquía de poder, que avala posiciones e inclina la balanza, que certifica “verdades”.
Si los intelectuales se distancian de las realidades corren el riesgo de convertirse en “intelectuales bancarios” (reparafraseando a Freire).
La inteligencia, como el hombre -ser humano-, solo es posible en sociedad, pues es en este ámbito donde se cultiva, se produce, se desarrolla esta cualidad. Lo que implica una trilogía inseparable: individuo, colectivo y contexto.
Esta cualidad de inteligente y en muchos casos intelectual, se debe reconocer y valorar en el pueblo, pues está presente en su cotidianidad, la ejercita constantemente. Tal vez emplea metodologías y técnica empíricas, con lógicas y razonamientos fuera de los cánones académicos, pero resuelve sus problemas.
El pueblo es parte de la inteligencia orgánica y del diálogo de saberes necesario para hacer revolución.