Siempre he creído que uno de los principales logros que el comandante Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana le trajeron a nuestra Patria es el aumento y fortalecimiento del autoestima del venezolano porque desde 1998 en el país se ha generado una dinámica socio-política que ha tenido como eje lo nuestro, nuestra identidad, idiosincrasia criolla, nuestros rasgos característicos, lo que somos culturalmente, sentirnos orgullosos por nuestra tierra, levantar la mirada como hijos de Bolívar y sentirnos grandes por venir de una nación de libertadores.
Acá denoto dos vertientes que se distinguen claramente entre quienes quieren a su Patria, se sienten orgullosos de Venezuela pese a cualquier dificultad o circunstancia que se presente y los otros que reniegan de su suelo, ansían poder vivir en un país “desarrollado” y tienen como referencia de modelo ideal de vida naciones foráneas. Encuentro personas que se identifican, defienden y luchan por lo que somos y aquellos que darían lo que fuese por gozar de la vida en un país “de verdad”.
La identidad nacional permite que cada ciudadano actúe en correspondencia directa con los intereses de nosotros los venezolanos como pueblo. Cuando se tiene como referencia e ideal de vida otras naciones y países, muy poco arraigo existe sobre lo que somos histórica y culturalmente. No existe pertenencia allí, no se quiere ni a la misma casa y, por lo tanto, no se cuida ni mucho menos se protegerá de cualquier amenaza externa el sitio en que se vive.
Países donde las condiciones de vida con particulares circunstancias como guerras, genocidios, plagas, hambrunas, pobreza extrema, narcotráfico y demás realidades adversas conforman un panorama ideal para que sus ciudadanos puedan salir a la calle y gritar a viva voz que detestan el sitio donde nacieron y viven. A pesar de este escenario sombrío, no vemos a ciudadanos de México, Colombia, Afganistán o Palestina aborreciendo y denigrando del país al que deben su nacionalidad. En cambio, los vemos orgullosos, defendiendo lo suyo con mayor ímpetu y convicción, destacando las cosas bellas y lo bueno de su suelo natal.
El fervor y amor que Chávez mostró siempre por Venezuela solo puede ser destruido por apatía hacia lo nuestro y odio hacia lo que somos. No es casual que artistas y personalidades de la derecha así lo muestren porque el corazón de ellos siente afecto por otras latitudes y responde a intereses foráneos. Por eso connotan al hablar de Venezuela “odio a mi país”.