Columna Correo de los derechos|La guarimba: degeneración de la protesta (Opinión)

Los hechos de violencia que se han venido suscitando cotidianamente en nuestro país desde hace un mes, cuando los sectores más rancios de la ultraderecha decidieron jugarse el todo por el todo en su agenda destinada a derrocar el gobierno constitucional de Nicolás Maduro, siguen generando víctimas y afectando las condiciones de seguridad en su sentido más amplio en los municipios afectados por la práctica de la “guarimba”.

La violencia guarimbera, responsable de más del 80% de las víctimas ocurridas en estos días, cobra diversas formas pero siempre es expresión de intolerancia política y evidencia la incapacidad de convivencia social que agobia a los sectores opositores radicales.

Los demócratas venezolanos (afectos o no al Gobierno) estamos obligados a conjurar la violencia por razones políticas e impedir que se naturalice su presencia entre nosotras y nosotros.

El camino para hacerlo se debe mantener en la reivindicación sincera del diálogo como mecanismo para construir soluciones y el firme compromiso del reconocimiento del adversario como un Otro que merece ser respetado, escuchado y en todo caso cuestionado desde los argumentos de la razón, ateniéndonos todos a unas “reglas del juego” que no son negociables: las reglas de la democracia y del respeto a la Constitución.

Para lograr esto es necesario, en primer lugar, que la oposición democrática se desmarque de forma categórica de las acciones desestabilizadoras de estos grupos vandálicos; en segundo lugar, dejar de manipular el derecho a la manifestación que establece la Constitución para justificar este tipo de acciones delictuales que en nada son expresión de protesta como lo reconoce nuestra legislación y los tratados internacionales de derechos humanos. Y en tercer lugar, hay que atender con prioridad la reconstrucción del tejido social que se ha fracturado como consecuencia de los conflictos que vivimos como país. Y para esto es preciso que además de los temas económicos y políticos, la despolarización social, la lucha contra la impunidad, la construcción de ciudadanía y la cultura de la paz sean parte de la agenda.

Es imperativo que cada sector en pugna “amarre a sus locos” y evite que alimenten las reacciones de venganza, odio, rabia y revanchismo. Ese sería un paso muy importante en este camino de minimizar la violencia política y aislar a los que definitivamente no saben convivir en democracia.

T/ Pablo Fernández B.
pabloefb@yahoo.com