Por Marcelo Barros|La ciudadanía y las protestas (Opinión)

En el año la ONU conmemora diversas fechas significativas. Grupos estadounidenses piden que la ONU consagre el mes de julio como mes de las protestas sociales. Nadie explicó porqué julio, pero fue en julio la victoria de la independencia estadounidense (1776). Fue en julio la caída de la Bastilla y victoria de la Revolución Francesa (1789).

Podemos recordar que fue en julio la independencia de Venezuela. Un 19 de julio de 1980, los sandinistas entraron en Managua, poniendo fin a la dictadura de Anastasio Somoza. En julio, el Perú recuerda a Tupac Amaru que, en el siglo XVIII, lideró a los indios en la lucha de liberación y dio su vida para impedir la masacre de sus hermanos.

Sea como sea, la ONU no instituirá un mes especial para protestas. En un sistema democrático, todos los ciudadanos tienen el derecho de protestar contra las injusticias, pero esas protestas deben ser pacíficas, no pueden ser hechas sin que nadie asuma la responsabilidad. No deberían ocurrir sin que se hayan agotado las posibilidades de diálogo con el Gobierno.

En el mundo actual los medios de comunicación de masa tienen el poder de manipular las protestas, no a servicio de la liberación del pueblo y sí por su conveniencia e intereses. La propaganda que las agencias estadounidenses han hecho en contra de los gobiernos de Irak y en Libia ha legitimado la invasión occidental contra aquellos países. Hoy, después de tanta violencia y muertes, lo que se ve allí es mucho peor y más grave.

Es importante discernir protestas sociales nacidas de las bases y por legítimas causas del pueblo de aquellas protestas que se pretenden sociales, pero que son hechas solo en función de intereses de una minoría rica que no acepta haber perdido sus privilegios económicos y sociales.

La Biblia ha enseñado a judíos y cristianos de todas las Iglesias que Dios tiene un proyecto para la humanidad y para el universo que él ha creado. Ese proyecto es de justicia, paz y comunión. La meta es de una tierra totalmente nueva, donde las armas sean sustituidas por instrumentos agrícolas y, en todo el mundo, la humanidad conviva sin divisiones de razas, ni de naciones. Una sola familia humana en comunión con todos los seres vivos.

Como ningún proyecto político logra realizar ese proyecto de forma plena y de una vez por todas, las personas y grupos espirituales deben mantener siempre un espíritu crítico y no canonizar ningún sistema actual. Sin embargo, es necesario reconocer avances y valorar las conquistas hechas, como signos y mediaciones de la realización del proyecto divino. También es bueno volver a la palabra de Gandhi: “Comienza por ti el cambio que pides al mundo”.

Recife / Brasil