Por Héctor Abache|De Oriente a Sudamérica (Opinión)

La reciente visita hecha a Sudamérica por los presidentes de esos dos gigantes de Oriente -Rusia y China- ha causado sensaciones en algunos países del mundo, tanto a favor como en contra.

El imperialismo estadounidense es el primero que por razones obvias mira con malos ojos el fortalecimiento de esas relaciones; sabe que su zona de influencia les está siendo arrebatada, y peor aún, por las potencias que históricamente han estado en contraposición a sus intereses.

Esa zona de influencia de la que hablamos -refiriéndonos a Sudamérica- desde algunos años atrás había dejado de ser uso exclusivo del imperio estadounidense; recordemos que con la llegada de la Revolución Bolivariana se desató en el Sur del continente una ola de emancipaciones enfiladas a desprenderse del yugo que los oprimió durante casi todo el siglo XX.

Las relaciones políticas y económicas entre estos países del Sur y Estados Unidos siempre estuvieron marcadas por desventajosos acuerdos, cuya lacaya aceptación de los distintos mandatarios para esos momentos, montaron sobre los hombros de sus pueblos los viles resultados de dichos tratados. Fueron eras de expoliación, saqueo y expropiación de nuestros recursos, con relaciones comerciales que siempre favorecieron a las grandes transnacionales anglosajonas.

Hoy la realidad es otra, se reabre una brecha entre algunos Estados de América Latina y esas dos superpotencias del otro lado del mundo, pero a diferencia con nuestros “aliados” del pasado, estos acuerdos se caracterizan por tener carácter cooperativo y de respeto a la soberanía de cada Estado, sin imposiciones de políticas económicas ni salvajes apetitos expoliadores; sino que la esencia de estas negociaciones es procurar el verdadero crecimiento de todos los actores, con especial atención a sus pueblos, que son los sujetos de toda esta política exterior.

Venezuela, gracias a estos acuerdos, podrá potencializar sectores de nuestra economía cuyo resultados nos arrojarán a un indetenible e irreversible proceso de industrialización que necesita el país, a saber, el petrolero, agrícola, minero, tecnológico, incluso turístico, entre otros, los cuales crearán las condiciones necesarias para desprendernos de la renta petrolera y a su vez consolidar la Venezuela productiva en el sentido amplio que nuestro comandante Hugo Chávez sonó.

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