Por Freddy J. Melo|De Colón y su signo (Opinión)

El 12 de octubre de 1492, que bajo el cristal de la visión eurocéntrica, unilateral, fue conmemorado durante siglos como Día del Descubrimiento de América, o de la Raza, dejó de ser eso para la mayor parte de los nuestramericanos de hoy y creo que para los sectores progresistas del mundo.

Aquella visión parece haber confundido incluso a las mentes preclaras que iniciaron el desmontaje del entramado de la explotación social e iluminaron con foco creciente los caminos de la liberación humana, de modo que no ha sido fácil encontrarle a la fecha nombre ajustado, y parece muy difícil asignarle uno solo, aunque se viene imponiendo o prefiriendo el de Día de la Resistencia Indígena.

Creo que debe entendérselo en primer término como un hecho ineludible.

El capitalismo, que en su fase mercantilista de acumulación originaria abría ya su “vocación” expansiva y se había adelantado en la región centromeridional de Europa, aspiraba a extender sus afanes y ajetreos hacia lo que para sus mercaderes y sabios eran los confines asiáticos del mundo.

El marino que con mayor tesón imaginó la posibilidad de ensanchar esa ruta, genovés con muchos nudos de navegación, logró conseguir el patrocinio de los reyes de Aragón y Castilla, cabalgantes de dos épocas –Medioevo y Renacimiento–, porque en ese momento el afán unificador de ellos los enfrentaba a la nobleza feudal y los ponía al lado de los factores del comercio.

El viaje de las carabelas fue por tanto una empresa del capitalismo naciente, de cuyo espíritu histórico Colón resulta ser solo un eficiente y sin duda valeroso portabandera, por lo que la figura del Almirante no merece, bien mirado el asunto, ni la admiración acrítica, que refleja el punto de vista del conquistador, ni la repulsa ciega, que semeja un caso de enfermedad infantil.

De no haber sido como fue, esa empresa se hubiese realizado inexorablemente con otros protagonistas.

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