En un nuevo ejercicio de manipulación, esta semana recrudeció la feroz campaña contra los colectivos sociales que sin el menor recato son tratados por buena parte de la mediática como abiertamente violentos, arropando bajo el mismo manto a cuanta agrupación social se reúna con cualquier fin y se manifieste a favor de la Revolución Bolivariana.
Esta es una actitud reiterada que, como en anteriores ocasiones, persigue tres propósitos, todas sendas patrañas: 1) hacer ver a los llamados colectivos como grupos homogéneos, sin distingo alguno en sus objetivos y sus acciones; 2) fijar la idea que son grupos anárquicos e intrínsecamente violentos, ubicados indefectiblemente al margen de la Constitución y las leyes y, 3) hacer creer que en cuanto demuestran formas de apoyo a la Revolución, ésta les retribuye con formas de solidaridad automática que van desde expresiones abiertas de reciprocidad en el apoyo como con veladas desviaciones de la mirada cuando actúan fuera del marco legal, según fuese el caso.
De conjunto, estos tratamientos tienen una muy clara intencionalidad política: la satanización de las distintas formas de organización social que se han dado en llamar colectivos. Usando un equívoco e injusto rasero, la táctica manipulatoria persigue generar predisposición y rechazo frente a todas las expresiones de agrupación social, sin menoscabo de que estas actúen organizadamente como cultores de la paz o sean meros delincuentes que tras una careta de apoyo al Gobierno, actúan al margen de la Ley.
Precisemos: un colectivo está integrado por personas que agrupadas, realizan acciones a favor de la colectividad, estando regularmente vinculados a actividades culturales, educativas, deportivas y/o comunicacionales. Así, los grupos que se dedican a delinquir no son colectivos, son simplemente hampones.
Tratar de confundir ambas expresiones sembrando en la opinión pública consideraciones indistintas entre unos y otros no sólo es injusto sino que mucho más allá, busca mellar las iniciativas y acciones constructivas de organización popular, pilar constituyente de la Revolución Bolivariana.
Conocer a cada grupo por sus obras y no hacerse eco de maniqueísmos intencionalmente sembrados, debe ser la norma. Sentar posición tanto frente a quienes construyen como a quienes destruyen es a la vez una responsabilidad colectiva y de las autoridades. ¡Qué nadie se deje manipular!