Colectivo La araña feminista|¡Vivan las pepitas! (Opinión)

Tiene 2 años y pocos días para los tres. Estas vacaciones le ha dicho a su abuela: «Pita, ¡yo tengo una pepita!».

Amanda ya descubrió su clítoris, y pide a las primas que le muestren los suyos. Vio a su primito salir del baño y en su inocencia dijo: «Pita, Eduardito tiene una pepita más grande».

Me sorprende, mas no me escandaliza.

Pienso en lo afortunada que es al poder descubrirse y reconocer en su clítoris algo emocionante. Afortunada frente a casi 86 millones de niñas africanas y asiáticas que sufrirán la mutilación de sus genitales para 2030.

Lejos, pero no menos doloroso. El corte de ese pedacito glorioso de carne se practica- según la OMS- en 29 países del mundo y ya casi 140 millones de mujeres y niñitas no disfrutarán nunca de sus mieles.

Es esa manía de perpetuar convenciones sociales que mutilan nuestra naturaleza.

Lo podemos maquillar con que “es cultural” o “religioso”, pero aunque a muchos encante justificar lo injustificable, la ablación del clítoris, ésa mutilación del placer, no es sustentada por ninguna religión, al igual que el reiterativo genocidio aplicado al pueblo palestino en Gaza.

Ni el Corán, ni la Biblia lo incluyen en el credo y la práctica de la extirpación antecede al Islam.

No obstante, parece innegable el pánico que le tienen al pozo sin fondo de placer que puede reventar si nos ponemos de acuerdo un día y le prestáramos a nuestro clítoris la atención merecida.

Clitoridectomía (corte parcial o total del clítoris), Escisión (extirpación de los labios menores), Infibulación (costura de la abertura vaginal). En cualquiera de sus formatos, es una violación.

Aún cuando existe un Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, prohibirlo no sirve de nada si prevalece la indiferencia cómplice de quienes desestiman los derechos sexuales de niñas y mujeres al considerar la ablación mera “extravagancia cultural”.

No basta tampoco con agradecer a la Providencia por nacer en condiciones más favorables para el desarrollo de una sexualidad plena, pero en cierto modo sosiega saber que mi hija y demás niñas venezolanas disfrutarán de su divertida, gratificante y siempre sorpresiva pepita.

Por ellas. Porque no se siga normalizando la tragedia en los cuerpos de niñas y mujeres de todo el mundo. Por todos los orgasmos femeninos que le faltan a este planeta ¡Que vivan las pepitas!

T/ Naile Manjarres