Por Ramón Alirio Contreras|“Gente de bien” (Opinión)

Durante el sabotaje petrolero en 2002 nos correspondió ver el colmillo más largo del clasismo, cuando una gente del petróleo se erigió como el plus ultra de la capacidad gerencial del país. Ellos, que ni tan cortos pero algo perezosos, se sumaron a una huelga golpista, contaron con una maquinaria mediática monstruosa para denigrar de todo aquel que tuviera un mínimo sentido patrio y se sumara al rescate de nuestra industria petrolera.

Pero hay una génesis propia en nuestra cultura, que alimenta el clasismo y el racismo que nos acompaña diariamente.

En Guayana, por ejemplo, esa ciudad bipolar, en la que el río Caroní divide a San Félix de Puerto Ordaz, vemos como los de Puerto Ordaz llaman a los de la otra orilla, “sanfelucos”. Puerto Ordaz es una ciudad clase media por excelencia, quizás la más neoliberal que encontremos en el país, luego del este de Caracas. Aunque en los últimos años ese rostro ha cambiado, pues nuevas zonas populares se han levantado en su geografía, y, vale decirlo, siempre con una tono periférico.

En las zonas populares también hay cierto clasismo. Por ejemplo, cuando en un sector del oeste caraqueño hay edificios y cerca de él hay barrios, se deja colar entre los habitantes de los primeros expresiones como “pareces del barrio”, “tierrúo”, entre otras.

En este contexto, tenemos que reforzar la formación socialista. Es el único camino para quitarnos los lastres de los valores capitalistas. En esa lógica, cuando apenas uno tiene un poquito más que otro, si nuestros valores son débiles y nos influenciamos por los mensajes cotidianos que los medios nos inoculan, entonces seremos candidatos potenciales a manifestar conductas discriminatorias en nuestras prácticas sociales.

Sucede que en muchos casos esos “tierrúos” son más ordenados, cuidan mejor su ambiente y se organizan para mejorar su hábitat. En nuestra Venezuela, desde la época mal llamada saudita, se fortaleció en el imaginario del venezolano cierto sentido de supremacía cuando se alcanzaba un estatus económico favorable. Es común escuchar hablar en la población expresiones como “fulanito es de buena familia”, solamente porque tiene dinero, como si las familias pobres fuesen malas per sé.

@aliriocontreg