La escritora y crítica de arte Marta Traba (1930-1983) distinguía sobre la trasmisión de los elementos culturales y civilizatorios, refiriéndose a este último (los civilizatorios), como “…el traspaso de costumbres, modos prácticos de vida y conducta que carentes de una fuerza o poder persuasivo interno, deben imponerse”.
“Halloween” o “Noche de Brujas” es una fiesta anglosajona, de origen pagano y celebrada por los pueblos celtas en la Europa del norte por la proximidad de la oscuridad del invierno. Posteriormente es trasmitida a América del Norte por los ingleses e irlandeses. Durante los siglos VII, VIII y XIX la Iglesia cristiana manipuló con relativo éxito su esencia pagana para convertirla en una festividad de la cristiandad.
Finalmente, en el siglo XIII, esta festividad de origen pagano fue convertida por los jerarcas de la Iglesia cristiana como el Día de los Santos Difuntos para rendirle culto a los muertos, siendo trasmitida por los españoles y portugueses a la América Latina desde México hasta la Argentina, adquiriendo características propias en cada uno de estos países, pero diferenciadas del mundo anglosajón.
Las expresiones anglosajonas y latinas de estas festividades es que ambas poseen la fuerza de la culturalidad de sus pueblos, las que las hace profundamente respetables, únicas, irrepetibles y admiradas como expresiones genuinas y sincréticas de la humanidad.
Sin embargo, la imposición de una expresión cultural de un pueblo sobre otro, traspasando costumbres, visiones y conductas no es culpa de la culturalidad de los pueblos sino de la maquinarias imperiales que, en la búsqueda de saciar sus ansias de poder, se han valido de la pólvora, la religiones, y de su poder persuasivo a través de las nuevas tecnologías para imponer su hegemonía y quebrar la soberanía cultural de los pueblos, todo en aras del mercado.
Es preocupante en los últimos años en algunas oficinas de la Administración Pública dedicadas al desarrollo de la acción cultural se ha ido en imponiendo la celebración del “Halloween”; a los efectos, se compran productos para simular telarañas, máscaras de brujas en las que imperan colores y actitudes que solamente benefician a la sociedad de consumo y patrones culturales extraños a la venezolanidad.
De continuar la imposición de esta festividad, estaríamos frente a una de las derrotas más significativas de la acción cultural venezolana de los últimos años.