Sobre consecuencias de ataques de las fuerzas israelíes|No deje de leer la desgarradora crónica de Valeria Cortés desde Gaza

La periodista venezolana Valeria Cortés narró como vivió uno de los más de 50 días de ataques “tan cobardes como intensos” de las fuerzas israelíes a la Franja de Gaza, acción que segó la vida de jóvenes niños y adultos inocentes.

En el texto, titulado “En Gaza ya no hay cifras para tanto dolor”, Cortés cuenta que una ambulancia se llena en segundos de heridos, producto de los ataques y en un momento entra «hombre cargando el cuerpecito de un niño de unos seis o siete años de edad. Le falta la pantorrilla derecha, su pie cuelga apenas de un tendón o de un trozo de piel».

«No sé si el dolor puede destruir o fortalecer, sólo sé que el dolor todo lo cambia», escribió.

En Gaza ya no hay cifras para tanto dolor


No sé si el dolor puede destruir o fortalecer, sólo sé que el dolor todo lo cambia. Sé también que el recuerdo de tanto sufrimiento permanecerá, debe permanecer en mi memoria. Al inicio de la agresión israelí, los primeros días del pasado mes de Julio, me prometí no olvidar ninguno de los nombres de los niños asesinados que fotografiaba horrorizada en las morgues de pesadilla por toda Gaza bajo fuego.

En ese momento no sabía que me sería imposible cumplir ese juramento. Más de 500 nombres de niños destrozados por las bombas deberían ahora ser pronunciados por mi voz, uno a uno, sin errores, como una plegaria, una acusación, un llanto sin fin, pero no puedo hacerlo. Sin embargo no olvido, no puedo ni quiero olvidar, tampoco quiero perdonar.

Los crímenes y la brutalidad no merecen olvido, ni perdón, sólo rabia. Una rabia sin matices que nos impulse a actuar, a luchar para evitar que sus asesinatos queden impunes, que tanta muerte sea en vano, aunque la muerte de niños siempre lo es. Ellos ya no están, no podemos volverlos a la vida, pero podemos, debemos, castigar a sus verdugos.

Son las diez de la mañana y varios disparos de drone impactan contra una casa en Deir Al Balah mientras recuperábamos con un bulldozer los restos de una familia sepultada por las bombas de una tonelada, lanzadas desde aviones F16, esas que dejan cráteres, humo y olor a muerte donde antes había hogares, afectos, sueños, vidas.

La ambulancia se nos llena de heridos en segundos, entra un hombre cargando el cuerpecito de un niño de unos seis o siete años de edad. Le falta la pantorrilla derecha, su pie cuelga apenas de un tendón o de un trozo de piel, no lo sé, no quiero mirar, pero miro.

El niño se retuerce y sus intestinos salen de su vientre. Ayudo al hombre a acostar al pequeño en el piso de la ambulancia, la única camilla ya está ocupada por otro herido. La ambulancia rueda veloz hacia el hospital Al Aqsa, ubicado en la zona central de la franja, y atacado por Israel días atrás con saldo de 7 muertos y más de 70 heridos.

A cada curva la sangre del niño se riega más y más por el piso de la ambulancia, pongo mi mano sobre sus ojos para que no vea sus propios intestinos, yo tampoco quiero verlos, ni quiero pisar su sangre, ni ver al padre llorar y gritar desesperado. Pero a quién le importa lo que yo quiera, lo que el padre quiera, con toda la impotencia de su angustia, con toda la fuerza de su amor. Todo es banal, inútil, minúsculo ante la muerte. A los asesinos no les importa nada, al mundo tampoco, es fácil matar, a Israel le sale gratis masacrar niños palestinos.

Un hombre en la ambulancia le pide, le exige al padre, que rece. Y empiezan a rezar juntos, todo el que puede articular palabra dentro de ese vehículo atestado, reza. Yo no lo hago, no sé rezar. Sólo sostengo la leve cabecita de cabello rapado con una de mis manos, con la otra continúo tapando sus ojos.

Lo miro y se graban en mí detalles extraños, terribles y tiernos. Su carita es hermosa a pesar de la agonía que deforma su rostro, creo que tiene su mano crispada en un puño por el dolor, observo mejor y no es así, no es un puño, la bomba israelí le arrancó todos los dedos y sus huesitos sobresalen de los nudillos, son frágiles, blanquísimos y finos, como los de un pájaro. El niño deja poco a poco de retorcerse y sus labios palidecen y se contraen. Me alivia que ya no forcejee más, que sus intestinos dejen de escaparse de su barriga antes tensa, me alivia esa calma tan cercana al final, me alivia tanto que me siento culpable. Hasta hoy no sé su nombre. Únicamente sé que murió minutos después de llegar al hospital.

“Sobre las ruinas de mi hogar icé la bandera palestina, es nuestro símbolo de resistencia” me dice Ahmed sin ningún dramatismo y luego sonríe “Ahora mi familia vive hacinada en una escuela-refugio”.

A menos de una cuadra de distancia, en Beit Hanoun, siete niñas pequeñas permanecen sentadas sobre unos colchones desvencijados bajo una carpa improvisada, aquí llamada jaima, ubicada junto a los escombros de lo que antes fue su vivienda. A través de un triángulo inestable de paredes derrumbadas las niñas ingresan a esa tumba de concreto inservible a recuperar algunos juguetes y ropas. Lo hacen con una inocencia imprudente que eriza la piel, que conmueve el corazón, que atraganta de ternura y rabia. Ellas salen contentas blandiendo una muñeca rescatada de ese abismo de desolación y también me sonríen. La alegría, esa alegría a prueba de bombas, pienso asombrada, resiste a la muerte en Palestina, y a veces, sólo a veces, le gana el combate. Y si no lo gana lo dignifica. Lo dignifica y lo salva de tanta impunidad, de tanta brutalidad, de tanta mierda.

Más de 100.000 personas perdieron sus casas bajo las bombas israelíes que asolaron Gaza durante 51 días de ataques tan cobardes como intensos. Bombardeos desde aviones F16, helicópteros Apache, drones, tanques, morteros, y toda la sangrienta maquinaria de guerra con la que cuenta -gracias al apoyo de las mal llamadas democracias occidentales- la entidad ocupante tristemente conocida con el nombre de Israel. Una maquinaria de guerra que les facilitó arrasar barrios enteros desde la infame distancia de sus poderosas naves, pero que no les permitió vencer a la resistencia palestina sobre el terreno, en el combate hombre a hombre, porque para eso es necesario que haya hombres en ambos bandos, la valentía y el amor por la tierra no pueden ser comprados por Israel en los mercados de armas con sus dólares americanos.

La agresión sionista causó una verdadera masacre, la ocupación israelí de casi 70 años sigue, seguirá causándola, mayormente entre mujeres, jóvenes y niños, ya que los “objetivos militares” de Israel son siempre los hogares, las mezquitas, las escuelas-refugio, los hospitales, las ambulancias, donde perecieron los que antes habían logrado sobrevivir a la cobarde brutalidad de Israel, para morir después, para continuar muriendo mil veces en este matadero llamado Gaza.

Las cifras hablan por sí solas, pero hoy no puedo contener el dolor humano en números, el dolor no es mensurable, el dolor es sólo eso, y lo es todo.

Texto y Foto: Valeria Cortés, desde Gaza, Palestina

q dolor pero adelante

  • Malditos judíos, todos son hijos bastardos de las tropas de Hitler con putas del pueblo elegido por un dios genocida.

  • Dolor..impotencia..rabia..da de todo..pienso en Auswith en la Polonia ocupada por los Nazis..estuve alli y me imagine el terror q pasaron los prisioneros judios..gitanos..En Gaza pasa lo mismo..pero es el estado terrorista de Israel q comete sin piedad eso mismo q pasaron sus antepasados..y no se q pensar..sera q Hitler cometio el error de no liquidarlos a todos..o habrir de nuevo ese recinto macabro y meter a Netaniajo y sus lacayos alli de nuevo y que recuerden que les paso a sus padres…

  • Que dolor y que impotencia, como osan llamarse , el pueblo elegido por dios….??? creo que los eligiò el demonio mismo , el pueblo de israHELL…..

  • QUE VERDAD MAS GRANDE DESCRIBE ESTA VALIENTE MUJER VENEZOLANA NARRA LA CRUELDAD CONQUE ACTUA BAJO EL AMPARO DE NACIONES UNIDAS ESTE ASESINO Y BARBARA NACION MAL LLAMADA ISRAEL. DEBERIA LLAMARSE ATILA POR SU FEROCIDAD ANTI HUMANA CONTRA UN PUEBLO COMPLETAMENTE DESARMADO ANTE UNOS ATILAS SIONISTAS QUE DEBEN SER DESPRECIADOS POR TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD QUE AMEMOS LA LIBERTAD LA VIDA Y LAS BUENAS RELACIONES ENTRE LOS HOMBRES PARA QUE EN ESTE PLANETA REINE LA PAZ. PERO TODO TIENE UN PRINCIPIO Y UN FIN. LA HUMANIDAD ALGUN DIA SE DARA CUENTA QUE DIOS TAMBIEN SE EQUIVOCO CUANDO LIBERO A ESTA RAZA ASESINA LLAMADA SIONISTA Y QUE MATA SIN NINGUNA CONTEMPLACION TODO SER HUMANO.

  • Que se puede opinar al leer esto? Ella lo ha dicho todo.. Son unos cobardes, que lideran una guerra facista, totalmente desequilibrada. Donde esta el Dios del pueblo Palestino? Un pais donde se dedican a orar y ahora son vilmente masacrados. Por eso, como decia Ali Primera, «no basta rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz» Estos verdogos deben ser castigados.

  • Sr Presidente Maduro, por dignidad, por lealtad a Chavez, por amor a la humanidad: devuelva públicamente placa que le fuera entregada el día 22 de Enero de 2013 por agentes sionistas cuando usted era vicepresidente
    El “gran” rabino mayor de la Unión Israelita de Venezuela PINCHAS BRENNER participó en el golpe de estado contra Chavez el 11 de abril 2002 y firmó el apoyo al decreto de Carmona junto a otro sionista Isaac Pérez Recao