La parte opositora del país pareciera haber extraviado su memoria, en medio del caos y la preparación de movimientos insurreccionales, complots, conspiraciones y golpes de Estado.
Esa patología da pie para que puedan desplazarse de una aventura política a otra sin rubor alguno.
Ni rastro, ni memoria, dejan sus despropósitos.
Tropiezan con una idea o artimaña, y al día siguiente no tienen memoria de cómo la malvendieron, ni explican por qué no lo llevaron a cabo.
Asombra. Entre ellos, figuran muchos izquierdistas de ayer, de fusil y todo.
Hoy se les ve con la mayor desfachatez disfrazados de ade-copeyanos, cobrando instrucciones.
Saben que no existe golpe que se halla realizado sin injerencia extranjera.
Izquierdosos de ayer, se retratan en los motines con los “jóvenes” manitos blancas, tránsfugas, de la social democracia o la democracia cristiana.
Preñan signos y ven parir partidos políticos para disimular su única pelaje: el golpismo.
Deambulan sin sentido, su vida se les va en organizar cada mes, un ensayo de golpe de Estado.
Ellos lo arman. Su gente lo niega y hace burla. Hasta que sorprenda la inexorable muerte.
Descubiertos se delatan y acusan y malandrean. Buscan salvarse, y entierran a aquellos que ayer eran sus amigos y socios.
En deplorable secuela acuden a la desmemoria. No recuerdan en qué andaban. Ni hacen responsables de nada. Avivan el odio para desviar su culpa. Claro, su yo es red de traiciones y ausencia de memoria.
¡Chao: hasta el próximo golpe!