Es difícil callar en las colas para adquirir alimentos, es muy duro callar cuando se observa la complicidad, el conjunto de movimientos y creativas señas en algunos automercados para sacar bultos de alimentos y productos para ¿clientes? especiales (bachaqueros, “distribuidores”, personalidades, etc.).
Me contaba una trabajadora (chavista) de un automercado privado enclavado en una zona “súper disociada”, que la mayoría de ellos -los trabajadores- habían sufrido algún tipo de agresión por los usuarios, quienes los ignoraban o los provocaban agrediendo al presidente Nicolás Maduro.
Pero últimamente, debido a que había arreciado la guerra económica -continuaba mi amiga- notaba un cambio importante en los usuarios: ¡les daban los buenos días!, se mostraban más simpáticos, nos traen regalitos, y nos piden nuestros números telefónicos.
Y sentenciaba la trabajadora: “el amor y el interés se fueron al campo un día… y todo para llamarnos y saber en tiempo real cuáles productos escasos llegan”.
Esta anécdota, nos da pié para insistir en la caracterización de la guerra económica en Venezuela: es violenta por la propia naturaleza de la guerra, involucra a Estados hostiles con la complicidad de apátridas o lacayos.
La guerra económica no tiene adversarios sino enemigos y entre sus objetivos está el de destruir económicamente a su enemigo. A los que ejecutan la guerra económica no les importa el pueblo, al que intentan desmoralizar y sembrar desesperanza para que rechace a sus gobernantes.
La guerra económica como la conocemos y vivimos en “carne propia” fue diseñada y planificada por el imperialismo en el contexto de la “Guerra Fría”.
Creemos necesaria una campaña contra la guerra económica tal como la que se hace contra el “decreto” imperial.