La sociedad patriarcal y machista fomenta un tipo de masculinidad que por ser legitimada culturalmente se le considera única, y por ende a los varones se les exige adaptarse a la norma tradicional.
Investigaciones en Latinoamérica han reflejado que el modelo hegemónico y tradicional de la masculinidad trae consecuencias peligrosas, no solo para la vida de los varones, sino también para las mujeres, niñas, niños y personas sexo-género diversas.
A los hombres se les exige desde pequeños ser agresivos, violentos, autoritarios, fuertes: “macho que se respeta pega más duro”. Ser competitivos, exitosos, riesgosos, aventureros, promiscuos, héroes, líderes, independientes. Su hombría siempre es definida en función del Otro sea hombre o mujer. Al hombre se le ha empujado a ocultar sus sentimientos, a no demostrar afecto. A los varones se les ha enseñado a no pedir ayuda, porque ellos deben aprender a resolver sus asuntos por sí mismos.
En el área de la salud los varones tienden a descuidarse y no realizarse los chequeos necesarios para prevenir, por ejemplo, el cáncer de próstata. En el aspecto social, las riñas y peleas parecen ser los únicos métodos de resolución de conflictos: la competencia de quién pega más duro y quién es el más fuerte se convierten en los objetivos principales de todo adolescente para tener que demostrar cuán hombre es.
Así mismo, los varones tienden a fumar y beber en exceso, conductas que se inician en la adolescencia también como símbolo de hombría, y que luego repercuten en enfermedades cardiovasculares y pulmonares.
En cuanto a la relación con las mujeres, y por ende las relaciones amorosas, a los varones se les impide, por un lado, a demostrar afecto y abrazar a otro hombre lo que conlleva a la homofobia y, por otro lado, se les obliga a tener múltiples parejas.
Para “convertirse en hombres”, los varones deben estrenarse sexualmente en prostíbulos, con mujeres mayores y en algunos pueblos de nuestro país se les estimula a iniciarse con animales, esto conlleva a que los varones aprendan a hacer marcadas diferencias entre coito y amor, es decir, a no involucrarse sentimentalmente, y por otro lado, están a expensas de contraer y multiplicar infecciones.
También se les enseña a “hacer niños” pero no a criarlos, pues macho que se respeta deja su legado.
Son muchas las exigencias que deben cumplir los varones para demostrar que son hombres. No obstante, algunos varones han comenzado a reflexionar acerca de los daños psicosociales que traen estos mandatos y comienzan a ejercer prácticas sociales más solidarias, más tolerantes, más sensibles, más comprensivas.
Algunos varones han comenzado a reflexionar sobre las consecuencias del ejercicio de su violencia contra las mujeres y contra otros hombres. Comienzan a visibilizar que son posibles y necesarias otras formas de ser hombre cuya lucha se centra en la erradicación del patriarcado como sistema político cultural que oprime no solo a las mujeres sino a muchos varones, sobre todo a quienes transgreden la tradición y la heteronormatividad.