La expresión del título no le he leído ni escuchado, ni tampoco el significado que le atribuyo. En consecuencia, la considero invención mía. No es ningún mérito, es solo darle nombre a algo evidente. Hay tecnologías cuyos usuarios no pueden desarrollarlas y hay sistemas industriales y tal vez comerciales en los que sus propietarios y trabajadores sí pueden hacerlo.
La definición no es académica, es puramente político-operacional. Ella me ha sido sugerida al reflexionar sobre el asunto crítico del fracaso de la política de industrialización por sustitución de importaciones, vigente desde 1959 hasta 1989.
Ella fue ejecutada por la oligarquía nacional por encargo de Estados Unidos, con ocasión del advenimiento de la democracia representativa instaurada desde 1959. En 1989 el VIII Plan de la Nación la declaró fracasada y, en consecuencia, inútil como estrategia de desarrollo del país y fue sustituida por las reformas neoliberales, que fracasaron en menos tiempo. Según aquella, la industrialización procedería produciendo en el país, de manera progresiva las partes sencillas de las mercancías complejas que importábamos, hasta producir las más complejas, desarrollando de forma progresiva la industria nacional. Nunca pasamos de las más sencillas.
Tal modelo de industrialización es dependiente en ciencias y tecnologías de los productores de las maquinarias y herramientas que importamos, y produjo una dependencia servil de nuestro atrofiado sistema de ciencia y tecnología y de educación universitaria, de los centros científicos de Estados Unidos. Nunca será viable ese modelo, porque los productores nunca desarrollarán países potenciales competidores en el mercado internacional
Por ello, toda la industria privada que opera en Venezuela depende en ciencia y tecnologías de sus proveedores en EEUU., y está vinculada legalmente a las patentes industriales con las que trabaja. Esta vinculación les prohíbe desarrollar de forma autónoma las tecnologías que usan: compran como mercancías las maquinarias que otros inventan y patentan y las usan en condiciones de inferioridad en relación a sus productores. Usan tecnologías muertas.
A diferencia de aquellas, tenemos varios miles de trabajadores en las industrias básicas del Estado: petróleo, minería y agroindustria, con alta y altísima competencia científica, tecnológica y técnica, capaces de inventar y desarrollar tecnologías encaminadas a resolver los problemas del desarrollo de Venezuela, de la reproducción de la vida material del pueblo, al más alto nivel de conocimiento científico.
Por ello, las tecnologías del Estado son tecnologías vivas, nadie nos puede prohibir inventar a partir de su conocimiento.