Por Carolina Escarrá G|¡Tanto! (Opinión)

Fue en los años 50, a poco tiempo del grito popular de democracia, que luego sería secuestrada por el poder mundial del capital.

Retumbó en el cielo tu grito que luego se haría voz de otros, y que desde entonces estremeció los llanos y las sabanas al ritmo de una tonada, en la que hacías versos para vender dulces y contabas luceros como dice el poeta.

Luego, tus sueños se hicieron más grandes, la palabra patria adquirió dimensión, cuando hiciste aquel juramento y te dejaste influenciar por las ideas libertarias que Simón Bolívar y toda aquella gesta heroica infundió en ti.

En medio de la plutocracia disfrazada, resultante de Punto Fijo, y entregada a intereses foráneos, te levantaste con otros valientes para dar el grito de libertad frente a la miseria campante y creciente en nuestro país.

Sin embargo, la vida solo te permitió un «por ahora» con la certeza de que nuevas oportunidades llegarían para enrumbar a Venezuela al destino de su grandeza, dejando encendida una llamarada de esperanza.

Siguió el tiempo, y con el apoyo popular, diste a luz una idea constituyente como paso inicial para la transformación de las estructuras, en otras nuevas con las cuales conseguir la mayor suma de felicidad posible para todos.

Retomando aquel grito de democracia de tu niñez, pero imprimiéndole mayor contenido al agregarle justicia social, soberanía y la participación y protagonismo del pueblo, a un concepto que había quedado vacío en el tiempo.

En el camino de construir Patria/Matria, te diste cuenta que el horizonte seguía avanzando a tu paso, pues tus sueños avanzaban con él, y se hacían más lejanos, mientras emulando al Che, te dedicabas a ser realista y soñar imposibles.

Con Bolívar, entendiste que ¡la Patria es América! y la unidad latinoamericana y caribeña fue ese nuevo horizonte que trazaste y lograste a pesar de todas las adversidades que implicaron enfrentarte al imperialismo vivo.

Vicisitudes, muchas. Pero tu firmeza no se doblegó en momentos difíciles, y continuaste creando, con un horizonte mayor, al entender que no bastaba la muerte al ALCA, necesario era cambiar el sistema, para salvar el planeta.

¡Tantas enseñanzas que no caben en estas líneas! ¡Tanta vida y tantos sueños que no caben en este espacio, y siguen creciendo, alejando el horizonte y desbordando llamaradas, camarada eterno, militante de esperanza!

cescarragil@gmail.com

Compatriota Carolina, ni una sola vez nombraste a Chávez, ¿para qué? Todos a cada instante de nuestras vidas respiramos oxígeno, gracias a Dios, y nunca lo nombramos. De los treinta millones que somos, todos, exceptuando los bebés, saben que te refieres a él. Cuando en nuestro país decimos todo lo bueno que de quince años para acá se hace en favor del pueblo no hay que nombrarlo, pues sabemos que proviene de él. Y, sin embargo, lo que hizo fue poco en comparación a lo que pensaba hacer, y el presente pisaba los talones al futuro y el horizonte corría a dos pasos delante, como tú dices, porque sus sueños los realizaba con tanta rapidez que si el horizonte no se avispa lo sobrepasa, con perdón de la exageración. Y tienes razón también cuando dices que tantas enseñanzas no caben en tus líneas. Ni en tus líneas ni en las de un diccionario. Sólo cabrían, quizás, en las almas de los treinta millones que somos, si es que llegamos a ser capaces de asimilarlas… Recibe, Carolina, mi respeto.