Por Armando Carías|Comunicación artesanal (Opinión)

La comunicación social (¿y cuál es la comunicación que no es social?) repito, la comunicación social como hecho y derecho humano no es potestad reservada exclusivamente a quienes la estudiamos en una universidad o la ejercemos desde algún medio. Tal idea, además de excluyente y anacrónica, está desconectada de los cambios que se han generado en el mundo durante los últimos años, y en Venezuela, particularmente, los correspondientes al periodo revolucionario.

El principio generador del deseo de comunicar es la necesidad que todas y todos tenemos de informar y estar informados de lo que acontece, nos gusta y nos afecta.

Informa el vecino cuando nos toca la puerta para advertirnos que mañana van a cortar el agua para limpiar el tanque del edificio, informa el señor del quiosco de la esquina al decirnos que le llegaron las tarjetas telefónicas, informa usted al comentar la llegada del camión que surte semanalmente de legumbres el vecindario. En definitiva, todo el mundo informa y a todo el mundo le gusta y necesita estar informado.

Por eso, al concepto de «comunicación social» contraponemos el de «comunicación artesanal», categoría que identifica el hacer cotidiano de «acciones comunicacionales» no necesariamente masivas ni con el apoyo de herramientas tecnológicas, pero tan o más efectivas que esas, que de tanto apostar por las grandes audiencias, han dejado de lado el componente humano de un derecho en el cual, tan importante como la multiplicación de nuestras palabras, lo es la suma de nuestras miradas y nuestros gestos, cara a cara.

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