Los nuevos compromisos firmados en La Habana, Cuba, para un acuerdo definitivo de paz en Colombia previsto concretar en marzo de 2016 así como el encuentro suscitado entre el mandatario colombiano Juan Manuel Santos y el comandante guerrillero de las FARC-EP, Timoleón Jiménez, significaron una nueva oportunidad y esperanza para el hermano pueblo bolivariano que ha padecido de la más larga y cruenta guerra civil conocida en la historia del continente.
Todos los gobiernos de Nuestramérica han expresado satisfacción por los resultados de La Habana. También los medios occidentales resaltaron de forma positiva las buenas nuevas de Colombia. Hoy Santos es un santo.
No ha sido ésta la primera ocasión en que el grupo beligerante revolucionario y el Estado colombiano hayan aceptado iniciar un proceso para un acuerdo de paz, aunque todos los medios insisten en que esta vez se trata de «acuerdo histórico» entre las partes. Todo está por verse.
Muy pocos recuerdan que durante el gobierno del arribista expresidente colombiano Andrés Pastrana, la paz entre actores estuvo en camino de alcanzarse. Pero finalmente se dio un cambio de señas desde Washington, y el Gobierno colombiano pateó la mesa de negociación.
Antes, en 1990, el grupo guerrillero M-19 pactó la paz con el Gobierno colombiano, entregó sus armas y fundaron el partido Unión Patriótica (UP). El resto de la historia la conocemos bien. Muchos dirigentes y familiares de la UP fueron brutalmente asesinados por los grupos paramilitares apoyados por el régimen de Colombia, y Pilatos se lavó sus manos por la desgracia de los confiados.
Sin la supuesta «amenaza guerrillera» ¿cómo podría Estados Unidos seguir justificando su presencia militar en Colombia? ¿Qué garantías tendrán las FARC-EP para no correr con la misma suerte del M-19? ¿Qué país con más de ocho bases militares estadounidenses invadiendo su territorio, cuyas tropas cuentan con inmunidad para cometer cualquier delito, puede darse un gesto de independencia política para buscar la paz con sus conciudadanos y vecinos? ¿Hasta dónde soltará la cuerda a sus cachorros el imperialismo estadounidense? ¿Será posible la paz sin revolución en Colombia?
Somos muchos quienes albergamos la duda y la esperanza por el proceso de paz en Colombia. Los ateos no creemos en Santos.
Es muy temprano para cantar victoria.