Se libró hace 191 años|Batalla de Ayacucho puso fin a las guerras de independencia en tierra firme americana

El 9 de diciembre de 1824 Antonio José de Sucre, al frente de 7.500 soldados, derrotó en la planicie de Ayacucho al ejército del virrey José de la Serna, con más de 8 mil efectivos

El pronunciamiento del 1° de enero de 1820 en España, por parte del coronel Rafael del Riego, trastornó de modo irreversible los planes del rey Fernando VII, ya que impediría el envío de una fuerza de 20 mil soldados a América con la intención de someter a las excolonias que se emancipaban en Suramérica.

Para 1820, numerosos soldados que retornaban a la Península heridos o con discapacidad exponían lo terrible de la guerra a muerte, lo inhóspito del clima tropical y el peligro de caer por picadas de mosquitos (paludismo), mordidas de culebras o caimanes en el cruce de los ríos. Así, muchos de los nuevos contingentes temían se enviados a tierras americanas. Ello coincidió con corrientes liberales dentro del ejército en pro de la derogada Constitución de 1812.

Estas circunstancias contribuyeron con los proyectos libertadores de la Nueva España (México), Centroamérica y las nacientes repúblicas de la Gran Colombia y Argentina. Igualmente, del territorio del Perú, cuyo pueblo desde 1821 había iniciado su ciclo emancipador. Para 1824 Perú estaba dividido en dos franjas: el costero Departamento de Trujillo, jefaturado por el Libertador Simón Bolívar. Y la segunda porción, la extensísima región cordillerana hasta la actual Bolivia, bajo control del virrey José de La Serna, con asiento en el Cuzco.

EPICENTRO CONTINENTAL

El Libertador, urgido de recursos, hombres y vituallas para asegurar la victoria patriota en la campaña del Perú, dirigió comunicaciones al vicepresidente de la Gran Colombia, general y abogado Francisco de Paula Santander, en busca de disuadirle acerca de la necesidad de que se concentrase el grueso de las fuerzas y los recursos bélicos del nuevo Estado en la campaña peruana; puesto que, estimaba Bolívar, al asegurar la independencia de este territorio, se eliminaría cualquier riesgo de agresiones tanto por el sur como por el norte a territorio grancolombiano.

Tal razonamiento no era compartido por Santander, quien aduciendo procedimientos legales, así como la amenaza de un ataque de fuerzas españolas estacionadas en Cuba, a las costas de la Gran Colombia, retardaba el envío de nuevas tropas a los campamentos de Bolívar y Sucre. Y esta circunstancia es la que explica que, mientras el total de las fuerzas republicanas bajo el comando único del Libertador alcanzaban 8 mil efectivos, el virrey de La Serna tenía a su mando tropas de más de 14 mil soldados.

SUCRE AL FRENTE

De este modo, una vez obtenido el sorprendente triunfo de las armas patriotas en la meseta de Junín el 6 de agosto de 1824, Bolívar resolvió proseguir su acometida en la sierra peruana para provocar un combate central con las fuerzas del virrey y decidir la guerra. De allí la continuación de su marcha con rumbo al Cuzco. Sin embargo, en el interín recibió llamados de urgencia de que se trasladara a la capital, Lima, desocupada por las tropas realistas tras la acción de Junín. Reunió así de La Serna una fuerza de 9.300 efectivos, con la cual salió del Cuzco para medirse con los independentistas.

Y ambas fuerzas se encontraron con sus armas en la planicie de Ayacucho (Rincón de los Muertos). Allí, luego de maniobras, retiradas simuladas y escaramuzas de simulación, Antonio José de Sucre -en quien recayó el mando tras la partida de Bolívar a Lima- sumaba unos 6.500 hombres.

LA BATALLA

En lo alto de la planicie de Ayacucho se encuentra el cerro del Cundurcunca, en cuyas planadas pernoctó el 8 de diciembre de 1824 el ejército del Virrey; entretanto, los patriotas lo hicieron al pie del Cunduncurca, propiamente en la planicie que dio su nombre al hecho de armas.

Desde la madrugada, Sucre había dispuesto un intenso cañoneo hacia la vereda de corto trecho que permite el descenso del Cunduncurca a la planicie de Ayacucho, con lo que impidió a un cuantioso contingente de los monarquistas que bajasen al campo a combatir. Empleó además una hábil combinación de control de posiciones y táctica de movimiento, y del uso de artillería, lanzas y bayonetas. A su habilidísima estrategia se suma la torpeza del oficial español José Rubín de Celis quien, por una errada interpretación de las órdenes del Virrey, se arrojó a destiempo con su regimiento sobre los emplazamientos republicanos, con lo que abandonó la protección a la artillería española que tenía encomendada. La caballería patriota, con lanceros llaneros venezolanos y del Casanare, desempeñó un rol estelar en la batalla, así como la infantería jefaturada por el neogranadino José María Córdova. Unos 1.500 muertos realistas quedaron tendidos en el campo. Tras una hora de combate recibió Sucre emisarios del Virrey de La Serna, con la petición de una capitulación para su rendición.

T/ Néstor Rivero
I/ Cortesía