Por Armando Carías|Rebelión en el aula (Opinión)

¿Cuántas vocaciones de buenos escritores habrán frustrado las escuelas de periodismo? ¿Cuántos Gabriel García Márquez y cuantos Augusto Monterroso se habrán quedado engatillados en esos templos del «lead, cuerpo y cola» en que devinieron esas aulas que glorifican la «objetividad» frente a la creatividad?

El periodismo tradicional, ese que privilegia los hechos, que «son sagrados», siempre y cuando no atenten contra los intereses del que paga la orquesta, sigue «formando» batallones de obedientes redactores del manual de estilo heredado de la vieja escuela del «qué, el quién, el cómo, el cuándo y el dónde»; irrevertible fórmula que redujo «el mejor oficio del mundo», como lo describió Gabo, a simple fábrica de noticias escritas en serie.

Excluyo de este juicio a aquellos docentes que se han rebelado contra la opresión de la doctrina de la pirámide invertida, según la cual lo básico de la información debe ocupar ineludiblemente el primer párrafo, para permitirle al diagramador mutilar el resto de la nota y así abrirle espacio a la verdadera razón de la existencia del periódico: su majestad La Publicidad.

Conozco colegas que han mandado al c…cipote la dichosa formulita castradora de talentos y que son hoy espléndidos cronistas de la noticia, algo así como cuentacuentos de la información.

Que las aulas de nuestras escuelas de Comunicación Social abran las compuertas al vuelo de sus estudiantes, que entre en ellas la brisa vigorosa de la palabra que se subleva, que le den vacaciones a los libros olorosos a naftalina y que manden de año sabático a los profesores que se resistan a soñar.

¡Tomemos el cielo por asalto!

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