«Como gallina que mira sal», así me observó la dueña del kiosko de periódicos ubicado en «el este del este», cuando le solicité el Correo del Orinoco: «aquí no vendemos ese periódico», me soltó con ese halo de desprecio que suelen tener los desubicados sociales cuando le sirven de trapito de cocina a la oligarquía.
En resguardo de mi integridad física no me atreví preguntarle por Ciudad Caracas y mucho menos por Tribuna Popular, por lo que preferí seguir mi camino en busca de la información «oportuna, veraz y revolucionaria» a la que tengo derecho.
Rodé como una piedra e hice escala en las afueras de una estación del Metro, en donde aprecié, compitiendo con palmeritas y cigarrillos detallados, el inconfundible logo del periódico de mis desvelos.
– Amigo, me dirijo al señor que sirve con destreza el café mientras despacha chucherías, me da el Correo, por favor.
– Tenga, me lo entrega, es el último que me queda.
– ¿El último?… ¿y cuántos le traen?
– Antes me traían cinco y se vendían dos, ahora me traen 20 y se venden todos.
– ¿Todos?… ¡qué bueno!…y eso…¿por qué será?
Su respuesta, llena de lógica, me hizo saltar estilo Condorito:
– ¡Debe ser porque es el mas barato! (efecto de ¡boinnng! ).
La semana próxima pienso regresar donde la señora que me miró feo y cuando vea la ruma de nacionales y universales que se le quedan fríos, le pediré nuevamente el Correo y si me vuelve a decir que ella no vende ese periódico, le contaré el cuentico ese de «la mano invisible del mercado» y le diré que si no se pone las pilas, va a terminar vendiendo palmeritas y cigarrillos detallados.
Moraleja: Cuando veas los medios de la oligarquía subir de precio, pon los de la Revolución mas baratos.