Por Armando Carías|Mi 12 de octubre (Opinión)

Mi papá me llevaba todos los 12 de octubre al desfile militar en homenaje a Colón. Vivíamos en la calle que ahora es flanqueada por las sedes del PPT y PSUV, la avenida Montevideo de Los Caobos.

En la noche, después de los actos que incluían ofrendas florales, había retreta. Nos ubicábamos al pié de la estatua y disfrutábamos de una jornada en las que la atracción mayor para los niños era deslizarnos cuesta abajo por la ladera que conecta con el sur de la avenida.

Eran días en los que el discurso oficial guiaba nuestros infantiles pasos hacia la veneración de la figura del genovés, que, de acuerdo a los textos de historia, nos había «descubierto».

Años después, ya en estos afanes periodísticos, me tocó coordinar la edición infantil que El Nacional dedicaba a la fecha, y para hacerlo me apoyé en un texto de Agustín Blanco Muñoz.

Elizabeth Fuentes, gran amiga y colega, me había pedido que le hiciera la segunda, pues era ella la directora de la publicación. A mí como que se me olvidó aquello de la línea editorial y de los intereses que defienden los dueños de los medios, porque me lancé con un número en el que hablaba pestes y culebras del galán de La Pinta, La Niña y La Santa María, relatando todas las marramucias que le hizo a los pobladores originarios de estas tierras.

Por supuesto que me botaron.

Alberto Quirós Corradi, director del periódico, mandó a recoger la edición. Pero ya era demasiado tarde y las maestras no hallaban como explicarle a los chamos cómo era eso del empalamiento y la Ley del Cascabel.

Tiempo después le eché este mismo cuento a Ernesto Villegas y me invitó a que lo contara a su programa en VTV.

Hoy, a un día de un nuevo 12 de octubre, me pareció oportuno contárselo a quienes siguen estas canalladas.

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