Así lo recuerda, en entrevista exclusiva para teleSUR, el periodista y escritor uruguayo, Juan Raúl Ferreira, quien fue gran amigo del monseñor Óscar Arnulfo Romero, a quien conoció al llegar a El Salvador tras ser exiliado por la dictadura de Uruguay.
Hoy fue canonizado monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien puso su fe al servicio de los pobres y no de los poderosos. Fue asesinado por la dictadura salvadoreña, pero vive para siempre en la memoria de nuestros pueblos #RomeroSantoDeAmérica pic.twitter.com/kixFIgK2AO
— Evo Morales Ayma (@evoespueblo) October 14, 2018
«¿Qué era Romero para Estados Unidos? ¡Era un peligro muy grande! porque era la voz de los que no tienen voz, pero sin tener un pasado que le pudieran enrostrar», manifiesta Ferreira.
El periodista destaca la valentía y, al mismo tiempo, la humildad del santo. «Era una voz que escuchaba a toda América Latina, para no perder la esperanza. Sus armas eran la luz, la verdad y el amor (…) Transpiraba amor con una enorme serenidad», afirma.
Al hoy San Arnulfo Romero lo atacaba la derecha por “comunista”. Por años un poderoso cardenal colombiano bloqueó en El Vaticano su canonización con el mismo argumento. pic.twitter.com/I87cyxdJxP
— Ernesto Villegas P. (@VillegasPoljak) October 14, 2018
Palabras que también comparte el sacerdote Numa Molina, quien también participó de la cobertura especial de teleSUR, asegurando que Romero fue alguien que levantó la voz ante los potentados de este mundo, «que les gritó duro a los poderosos, y esto hizo que se convirtiera en la voz de los sin voz (…) Es alguien que, en el contexto de América Latina, se atrevió a vivir el evangelio en profundidad y profecía (…) Tuvo el coraje que tuvieron los profetas del antiguo testamento».
El jesuita venezolano se refirió a la ceremonia de hoy como la «Vaticanonización». «Este es el acto formal, pero el pueblo se ha encargado de canonizarlo desde hace mucho tiempo. (…) Hoy sólo se hace oficial dentro de la estructura de la iglesia católica», asegura el Molina.
Asimismo, Numa Molina, afirma que Romero fue un santo incómodo para la iglesia de hoy. «Hay hoy en la iglesia de El Salvador, corrientes que están en contra de su canonización, lo que pasa es que no lo dicen, hipócritamente lo disimulan. Son los mismos que lo persiguieron y ahora aparecen muy romeristas«.
San Romero, el monseñor Óscar Arnulfo Romero, se inmoló, heroicamente, al decir en una de sus misas: «Yo les pido, les ruego, humildemente que paren la represión. En el nombre de dios les ordeno: dejen de matar». Un día después, el 24 de marzo de 1980, fue asesinado, en plena homilía, por agentes de la dictadura salvadoreña con apoyo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos.
Instantes antes de recibir el disparo, al notar que habían venido a matarlo, testigos cuentan que el padre miró a los ojos a sus verdugos y les dijo «Un obispo puede morir, pero la iglesia de dios no morirá. Que mi sangre sea semilla de libertad».
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.
en nuestra vieja Iglesia!
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa…!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares…
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!
¡nadie hará callar tu última homilía!