Este domingo retornará a su país el presidente yemenita, Alí Abdullah Saleh, lo que introduce un elemento combustible en la volátil situación política, mientras la oposición se ha abstenido de reaccionar a la noticia.
Saleh permaneció varias semanas en la vecina Arabia Saudita recuperándose de las graves heridas que sufrió durante un ataque con cohetes al complejo presidencial en Sanaa, la capital, y desde entonces surgieron versiones de que no regresaría, forzado por la rebelión en su contra.
El mandatario será recibido con grandes festejos, dijo a la prensa Said Thari un funcionario del Congreso General del Pueblo (CGP), el partido fundado por Saleh tras su ascenso al poder hace 33 años.
La decisión sobre lo que es mejor para Yemen corresponde al presidente, añadió la fuente, quien refutó versiones en el sentido de que se prepara un reemplazo para Saleh en la dirección del país y de la agrupación política.
El anuncio desmiente versiones sobre la renuncia del mandatario, surgidas tras la entrevista a principios semana de John Brennan, Consejero antiterrorista estadounidense, con el vicepresidente yemenita, Abd Rabu Mansur.
Una comunicación oficial estableció que el encuentro estuvo dedicado a «examinar el traspaso de poderes» en el país del Golfo.
El gobierno estadounidense está preocupado por la crisis yemenita y sus consecuencias en la zona del Golfo Pérsico, donde Washington tiene a sus principales aliados árabe y en la cual desea mantener una sustantiva presencia militar que sirve de presión a uno de sus enemigos jurados, la República Islámica de Irán.