La manera como algunos entienden la política en Venezuela es como una mala adaptación de Alicia a través del espejo de Lewis Carroll y Patas Arriba: la escuela del mundo al revés de Eduardo Galeano; incluso a ratos, hasta con mucho más de una pizca de La cantante calva de Eugène Ionesco. Leamos a algunos diputados opositores para confirmarlo.
Hay quien afirma que “ahora los corruptos acusan a los honestos” (Julio Borges- PJ), quien pregunta si “la Asamblea Nacional ahora se convertirá en la casa para cambiar las decisiones de la justicia” (Gustavo Marcano-PJ) y hasta quien se queja de que “a pesar de tener todas las instituciones en contra, estamos dándole la cara a los venezolanos” (Richard Mardo-PJ). Increíble descaro: los tres diputados citados han sido señalados, con pruebas en la mano, de hechos de corrupción.
Decir una cosa, pensar una segunda, querer una tercera y sentir una cuarta: tal parece ser el perfil psicológico de algunos de quienes llevan años exigiendo al Gobierno Nacional tomar medidas contundentes contra la corrupción y que cuando en este momento las asume, se niegan a colaborar, en una actitud que en el mejor de los casos se parece a la del avestruz temeroso y en el peor, a la del cómplice protector.
Fijemos dos afirmaciones: es verdad que actualmente existen leyes que por sí mismas permiten luchar contra la corrupción, pero no es menos cierto que la aprobación de una Ley Habilitante permitiría más acelerados y profundos avances en la lucha contra ese lastre cultural que termina expresándose en un “ley del más vivo”, con sus nefastas consecuencias.
La combinación que mejor demostraría una verdadera intención de combatir la corrupción sería la de aplicar, caiga quien caiga, las leyes existentes y aprobar poderes especiales al Ejecutivo tanto para sancionar nuevas leyes sobre la materia como para reformar las ya existentes y así facilitar que se persiga y acorrale la corrupción donde quiera que se encuentre, al tiempo que permita recrudecer las sentencias en correspondencia con el daño causado no al patrimonio, sino a la moral nacional. Y fundamentalmente, hacer cumplir las leyes sin consideraciones partidistas, de poder económico o político, de vínculos de distinto tipo ni cualquier otra, sea cual fuere.
Diputadas y diputados, es hora de que demuestren amar a la Patria habilitando al Ejecutivo e inhabilitando a la corrupción. ¡Es la hora de la verdad!