Quitarnos la vida a través de balas, de improperios o de cualquier otra acción que genere violencia, intenta ser parte del vivir cotidiano de las venezolanas y los venezolanos, aun cuando la realidad nuestra, histórica y cultural, va muy desligada de homicidios y actos delictivos, que ahora son inducidos por otras sociedades en el mundo dentro de la nuestra. Nosotros somos la arepa en el budare como dice el compa Gino González; somos el condimento, la alegría, el beisbol, el trabajo en el campo y el dominó.
Hemos condenado los actos violentos que durante la Cuarta República dejaron a cientos de compatriotas en siembra. Mientras tanto, y para desestabilizar el proceso revolucionario, las bandas armadas que se desplazan por nuestro país se llenan de municiones que serán usadas; pero en este caso, para atentar contra el pueblo y no en su defensa.
Hay organizaciones armadas disparando sin preguntar; también hay otras que son las que motorizan todo el proceso violento y macabro que nos ha quitado cientos de vidas y se esconden tras uniformes policiales. Algunos están tras las rejas, otros se extinguieron con la vieja PM. Sin embargo, existen secuelas de estas viejas prácticas. La revolución no se puede permitir ni siquiera pensar en regresar a manos de Antonio Ledezma.
El homicida tiene dos caras: la de quien presiona el gatillo y la de quien ordena el crimen. Se acostumbra ir tras la pista del homicida material, mientras el asesino intelectual sigue distribuyendo armas y municiones para que nos matemos pobres contra pobres.
La cantidad millonaria que se invierte en formación, dotación y adquisición de tecnología para los cuerpos de seguridad nacional no se ve reflejada en nuestras calles. Mientras el hampa se organiza para cometer sus actos delictivos es difícil encontrar o contar con la presencia de un funcionario de seguridad después de horario de oficina.
Hace falta ir directo a la cabeza, al cerebro que planifica los diferentes crímenes que tienen a nuestra sociedad atemorizada. Es vital para cualquier Revolución preservar la vida de nuestra gente, y si no ponemos atención y mano dura contra los bandidos, entonces esto seguirá siendo una guerra de pobres contra pobres.