La mujer y el hombre nuevos están hechos de amor, de piel y leche materna. Tienen matria y patria porque están arraigados a su madre, su primer territorio. Ejercen soberanías y autonomía porque son libres para decidir cuándo, dónde y de qué nutrirse y sus deseos afectivos son complacidos por la madre. La conciencia de lo humano, el valor de lo natural, el amor a sí mismo y al prójimo se aprenden desde el contacto con el cuerpo materno.
Si observamos con detenimiento cómo nacen y de qué se nutren los seres humanos al nacer, nos daremos cuenta que se repite lo mismo en lo social, económico y político. Así como nacemos, así es el país.
Si creemos en la escasez y la carencia es porque nuestros deseos básicos, de mamar y estar piel a piel no los vivimos o los vivimos poco. Si padecemos de violencia es porque nacemos con violencia y la infancia es violenta porque es desatendida, porque las y los adultos están muy ocupados haciendo cosas importantes y productivas, trabajando sin incluir en esa jornada laboral el espacio para amamantar y criar.
El ser humano sobrevive a la aridez de la infancia, pero no vive bien. Para sanar al país hay que amamantar y sanar la forma de nacer.
Las trabajadoras y los trabajadores son reconocidos si dedican más tiempo al trabajo y la vida pública, pero quien dedica espacio para cuidar a sus crías tiene menos reconocimiento; sin embargo, ya somos un movimiento de madres revolucionarias y trabajadoras que estamos alzando la voz para que se visibilice que amamantar y criar es parte de la jornada laboral.
Si dependemos de la medicalización, de lo artificial, si no encontramos nuestras raíces y nuestras propias fortalezas, nos controlarán y nos chantajearán fácilmente con la especulación y el acaparamiento de productos industriales que en realidad no son necesarios para la vida, de hecho en tiempos pasados no existían. Del mismo modo que ingenuamente aceptamos las drogas, nos hacemos adictos y después nos controlan con eso.
No se puede seguir haciendo la Revolución solo en la esfera pública, sin atender el cuidado propio y el de los seres más cercanos, nuestros hijas e hijos. Si vamos a hacer la Revolución que sea con nuestras hijas e hijos amamantados, fuertes para enfrentar a cualquier imperio. ¿Hace falta seguir creando más políticas para remendar las consecuencias de la falta de cuidado en la infancia o hace falta cuidar a la familia?
Amamantar y criar es trabajar por nuestro país. Si tenemos leche materna no hay escasez, ni pobreza, ni carencia. Si tenemos madre, tenemos seguridad y soberanía. Si estuvieran más fortalecidas las políticas de apoyo a la crianza y el amamantamiento no nos chantajearían con el acaparamiento de las fórmulas lácteas.
¿Les vamos a seguir el juego? ¿Vamos a importar más fórmulas lácteas? El comandante Hugo Chávez fue claro en el plan patria, en el Objetivo II propuso aumentar en un 70% la cifra de lactancia materna, en ninguna parte habla de producción o importación de fórmulas lácteas.
En Venezuela tenemos todo para poder criar a nuestros hijos de forma corresponsable. Tenemos redes de apoyo entre mujeres, entre familias, tenemos leyes, recursos y espacios. Seguimos iluminando cada vez más nuestra conciencia y seguimos retomando nuestra humanidad, a pesar de la amenaza constante de lo artificial, de las fórmulas y la medicalización, vale decir de la falsa modernidad. Un llamado interno en las madres nos lleva a vivir y disfrutar de nuestros procesos de una forma natural.
Nuestro comandante Chávez nos dejó las puertas abiertas para hacer de la Revolución una práctica amorosa y afectiva. Tenemos el derecho de un posnatal para amamantar exclusivamente hasta los 6 meses y de forma complementaria hasta los 2 años.
Saquemos la crianza de lo privado, que nuestros hijos inunden los espacios laborales, vamos a compartir el espacio para la crianza dentro de la jornada laboral, apropiémonos de las horas para amar y criar dentro de nuestra jornada de trabajo. Por más amor para la Revolución reconozcamos y apliquemos la Lottt y la Ley de Promoción y Protección de la Lactancia Materna que establece el permiso para amamantar hasta los 2 años.