Comentaron expertos|Amplían información sobre sismos en occidente cubano

El rastreo de sismos pasados en el occidente cubano y la ampliación de la red de estaciones aportarán mayor información sobre la región, sacudida en centurias anteriores por un terremoto, comentaron hoy expertos.

El proyecto liderado por el Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas (Cenais) refleja que el estudio en la falla Pinar permitirá localizar y datar evidencias de esos fenómenos con el fin de establecer posibles períodos de retorno y redeterminar los estimados de peligro para las normativas constructivas, la planificación urbana y la prevención de desastres, declaró a Prensa Latina el Doctor en Ciencias José Alejandro Zapata.

Los grandes sucesos telúricos suelen ocasionar deformaciones en la superficie terrestre, que perduran por tiempo prolongado y resultan reveladas mediante procedimientos de la paleo-sismología.

Como parte del programa iniciado en 2011 -adelantó- se pretende también instalar otras dos estaciones, una en Isla de la Juventud y otra en Isabel Rubio (municipio de Guane), las cuales junto al centro de Soroa, perteneciente a la vecina provincia de Artemisa, aportarán datos más precisos del área y sus movimientos.

Las pesquisas en la falla Pinar, que se extenderán durante varios años, requieren inicialmente de la selección de los sitios donde se cavarán las trincheras para verificar la capacidad sismo generadora de los escenarios.

En esas zanjas o fosos de 100 metros de largo, tres de ancho y cinco o más de profundidad, se realizará un levantamiento geológico y cartográfico detallado de las formaciones y tipos litológicos, así como de sus discontinuidades, acotó.

Zapata aseguró que con las muestras recopiladas será posible reevaluar los riesgos.

Partimos del supuesto que aquello que ocurrió puede volver a suceder y los terremotos no escapan a esa hipótesis pues las referencias históricas lo refrendan, subrayó el especialista del Cenais, con sede en Santiago de Cuba.

En esta zona se recuerda aún el temblor ocurrido el 23 de enero de 1880 que asoló a los poblados de San Cristóbal y Candelaria, con intensidad de VIII en la escala MSK (magnitud 6 en la escala de Richter).

Causante de considerables daños materiales y pérdidas de vidas humanas, tuvo unas 65 réplicas y fue seguido entonces por el padre jesuita Benito Viñes, precursor de la meteorología cubana.

Texto/Prensa Latina