Por Hildegard Rondón de Sansó|Analfabetas digitales (Opinión)

El artículo que publicara la pasada semana, bajo el título de “Trámites y exigencias”, me ha dado una gran satisfacción, sobre todo derivada de lo expresado en su segunda parte, que es la que trata el problema de lo que podríamos llamar “analfabetismo digital o informático”.

Nuestra satisfacción deriva del hecho de haber recibido el espaldarazo sobre la acertada escogencia del tema, mediante llamadas y comentarios, entre ellos, el muy autorizado de mi amigo, Alí.

Por diferentes medios, me informaron estar totalmente de acuerdo con que había que buscar remedio a la situación de quienes no saben comunicarse por vía de internet, y con ello, les resulta imposible realizar los trámites que, antiguamente, se efectuaban en forma manual, lo cual hoy en día forma parte de los arcaísmos que reposan en el rincón del olvido.

El artículo trataba de encontrar una solución para los sujetos que, por haber nacido en el lejano siglo XX, no aprendieron el uso de las computadoras, ni las complejidades que dicho manejo requiere, así como de las actualizaciones que cada momento se crean y, a las cuales deberían hacerle frente los ciudadanos cuando operan ante prestadores de servicios (pagos de impuestos, inscripciones, y solicitudes en general), tanto del sector público como del sector privado.

En dos palabras, hay que crear algo así como la Misión Robinson Electrónica para todo los “quasi tercera edad” o “tercera edad completa” que ayude a superar el “analfabeinternesismo” (palabra nueva. No la busquen en el Diccionario).

Veo que están llegando legiones de los ya bautizados “analfabeinternesistas” a adherirse a mis propuestas y es así como seriamente incito a la reforma del Decreto de Simplificación de Trámites, para que le sea incorporada una nueva disposición reguladora de la protección, mediante normas del Estado, de quienes por ser personas de la tercera edad, o no haber tenido la oportunidad de jugar desde pequeños con computadoras y tener un celular en sus manos las 24 horas del día, un Ipad, un juego electrónico, o cualquier otro aparato de esa naturaleza, reivindican su derecho a seguir comunicándose por las vías naturales.

Vamos a informar de paso que queremos un mundo con el predominio de los valores reales sobre los virtuales; que nos negamos a estar tres horas y media al teléfono oyendo las razones de un contestador telefónico informático que, te va guiando hacia la nada: “… si lo que quiere es “X”, marque “X”; Si lo que quiere es “Z”, marque “XLZ”; si no quiere ninguno de los dos puede colgar el teléfono”. Esta voz te lleva irremediablemente a lo que se denomina, “perder la paciencia”, pero algo más, haber prodigado tu precioso tiempo en algo que no va a serte útil.

Aspiramos a un mundo de seres humanos como titulares de los órganos de comunicación; no voces electrónicas o robots que no puedan darles ninguna respuesta lógica a nuestros interrogantes.

Pareciera extemporánea por prematura esta última reflexión, porque el uso de las respuestas electrónicas es aún muy limitado: algunos bancos que responden a sus clientes; y, asimismo, hospitales y clínicas que tratan de limitar sus informaciones, son los únicos que hoy en día utilizan las vías electrónicas para contestar las solicitudes del público, pero bien sabemos que basta con que surja un nuevo sistema informático para que sea imitado en forma general.

No hay que ser vidente para prever que la forma electrónica será en el futuro la utilizada por todos los centros que deban comunicar datos y noticias, sobre todo porque el uso de los “robots” verbales es más económico que el del empleado de carne y hueso.

De divulgarse el sistema aludido tendríamos que aprender un código de claves de inter-agentes para saber el contenido de lo que se nos informa.

sansohidelgard@hotmail.com