Aniversario 56 de la Cinemateca Nacional esta vez no pasará por debajo de la butaca

En 2022, justamente hoy 4 de mayo, la Cinemateca Nacional cumple 56 años de su creación impulsada por Margot Benacerraf y en esta ocasión la celebración será doble porque los 55 pasaron por debajo de la butaca a causa de la pandemia de Covid-19.

Uno de los elementos más importantes para esta fiesta de cumpleaños es una programación compuesta por una selección de un importante número de títulos tanto de ficción y documentales, considerados como los más importantes de la cinematografía nacional, pero que por diversas razones son los menos proyectados en las programaciones habituales de la cinemateca y muchísimo menos en otros espacios de arte y ensayo.

“Esta selección surge de una especie de encuesta que se hizo hace unos años, cuando se consultó a directores, investigadores vinculados al cine, programadores, etc. Gente del ámbito cinematográfico pero no necesariamente realizadores todos. De ahí salió una lista de las películas más importantes de nuestra cinematografía. Es una lista que, por supuesto, puede ir cambiando con los años. Esto fue en dos momentos distintos, una vez con las películas de ficción y luego con las películas documentales y sobre eso estamos trabajando para definir la programación de la cinemateca nacional”, que se desarrollará a lo largo de un mes, explicó al Correo del Orinoco el presidente de la Fundación Cinemateca Nacional, Vladimir Sosa.

Entre las obras de ficción que se podrán ver se cuentan Cuando quiero llorar no lloro de Mauricio Walerstein (1973); Soy un delincuente de Clemente de la Cerda(1976); Se solicita muchacha de buena presencia y motorizado con moto propia, de Alfredo Anzola (1977) País Portátil de Iván Feo y Antonio Llerandi (1979); Pequeña revancha, dirigida por Olegario Barrera (1986), La oveja negra de Román Chalbaud (1987), Postales de Leningrado de Mariana Rondón (2007) y El enemigo, de Luis Alberto Lamata (2008), entre otras.

En cuanto a los documentales se incluyen en la selección La ciudad que nos ve, de Jesús Enrique Guédez (1966); Pozo muerto de Carlos Rebolledo(1968); ¡Basta! de Ugo Ulive (1969); Juan Vicente Gómez y su época, de Manuel de Pedro (1975); El domador, de Joaquín Cortés (1979); Los Nevados, de Freddy Siso (1979); Yo hablo a Caracas, de Carlos Azpúrua (1980); El afinque de Marín, de Jacobo Penzo (1980) y Mayami nuestro, de Carlos Oteyza (1981), entre otros.

Esta programación estará en las salas de la Cinemateca Nacional de Caracas (MBA y Celarg), Macuto, en La Guaira; San Cristóbal en Táchira y San Carlos, en Cojedes. Sosa advirtió que, por asuntos logísticos, probablemente no estén todos los títulos seleccionados en todas las cinco salas del interior, pero sí se extenderá la programación en general hasta esos enclaves.

Identidad

Este doble aniversario, destacó Vladimir Sosa, se aprovechará además para llevar a discusión un tema, en su opinión, medular en cuanto a la verdadera identidad de la Cinemateca Nacional, institución que la mayoría del público percibe como un lugar para ir a ver cine de arte y ensayo, títulos clásicos y obras de diferentes lugares del mundo y producciones que no exhiben los circuitos comerciales.

Sin embargo, la verdadera y principal función, no solo de la venezolana, sino de cualquier cinemateca en el mundo, es la guarda custodia del patrimonio cinematográfico del país donde funciona.

“Eso es de verdad la Cinemateca Nacional. La cinemateca es al cine lo que la biblioteca es al libro. ¿Qué hacemos?, custodiar, preservar y, en el peor de los casos restaurar el patrimonio cinematográfico del país”, insistió Sosa.

Por supuesto, dentro de los objetivos de la entidad está la divulgación de ese patrimonio, “pero también está la divulgación bibliográfica, la publicación de libros. Tenemos el Cuaderno de cineastas, que ya está listo el número 17, estamos próximos a bautizarlo, dedicado a Liliane Blaser, la más reciente Premio Nacional de Cine”.

En lo que respecta a las cifras concretas, la Cinemateca Nacional resguarda más de nueve mil títulos, catalogados y no catalogados y su Centro de Investigación y Documentación custodia más de 60.000 fondos documentales registrados, de los cuales cerca de 35.000 son textos de un invaluable valor historiográfico, como el libro Breve historia del cine nacional 1909-1964 de Luis Caropreso Ponce, publicado en 1964; y las emblemáticas revistas de crítica: Encuadre, Mi Film, Cine Oja, Cine al día, Objeto Visual, entre otras.

En este orden de ideas, en el contexto de este aniversario está prevista la planificación de un conversatorio sobre lo que debe ser el rol de las cinematecas en la era del streaming, con la intervención de expertos en la materia.

Tarea titánica

Sin embargo, la tarea de la conservación del patrimonio audiovisual se torna cada vez más compleja a medida que avanza la tecnología. Como no existe aún y probablemente nunca exista un formato que perdure en el tiempo en condiciones ideales la clave para la preservación del material audiovisual está en hacer copias constantemente en los soportes de cada momento.

De ahí que el gran anhelo de la Cinemateca Nacional es la digitalización de todos los títulos que resguarda en soportes fotoquímicos, que además de requerir una serie de condiciones especiales para su preservación, aún no se sabe a ciencia cierta cuánto puede durar en el tiempo en buenas condiciones.

Lamentablemente, esta labor es más compleja de lo que cualquiera se puede imaginar. De acuerdo a Sosa, la digitalización no es un proceso tan simple y mecánico como se suele creer.

Tenemos que la digitalización adecuada de una película (de material fílmico) se hace en tiempo real. “Una película dura dos horas y en el archivo fílmico de la Cinemateca Nacional hay aproximadamente 50 mil latas de película. Imagina lo que eso implica. Además está el tema jurídico legal, no se puede digitalizar una película sin la autorización de los tenedores de los derechos”, explicó Sosa.

A esto se le suma que la Cinemateca Nacional no dispone de los equipos necesarios para hacer esta gigantesca tarea y, de momento, es necesario hacerlo a través de terceros. Pero, a pesar de todo, por iniciativas particulares de los propios dueños de las obras, algunos títulos aislados se han podido digitalizar.

Ahora, con los servicios de streaming, las películas están recobrando un segundo aire y hay (para los realizadores y tenedores de derechos de autor) posibilidades de recuperar un dinero por esa vía. Entonces los cineastas y productores, dueños de derechos, tienen intención y voluntad de digitalizar sus películas en buena calidad para poder venderla”, aclaró Sosa al tiempo que acotó que el volumen de piezas en esta situación es muy bajo.

Por garbisu

Uno de eventos más emotivos para esta celebración de la Cinemateca es un homenaje al cineasta Oscar Garbisu, quien dedicó buena parte de su vida a preservar, restaurar y conservar películas venezolanas y por décadas dirigió el Archivo Fílmico de la Cinemateca Nacional, tras haber sido su director general entre 1999 y 2001.

Garbisu murió recién el 3 de febrero pasado y, a decir de Sosa, fue un verdadero prócer en la Cinemateca Nacional. “Fue quién profesionalizó el tema del archivo fílmico en la fundación, el que le dio criterio científico y tecnológico”. Además, colaboró con la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano en proyectos de duplicación de cine mudo colombiano.

Para este tributo está preparada la proyección de al menos una decena de las obras que él restauró y un encuentro con personas que trabajaron a su lado.

La lista de esta selección de obras se compone por Don Leandro el inefable (Lucas Manzano (1919); Caracas-Maracay, de Helmut Schreiber (1931-32); La Venus de Nácar, de Efraín Gómez,(1932); Armando Reverón, de Edgar Anzola,(1936-38); Taboga y Hacia El Calvario, de Rafael Rivero (1938); La escalinata, de César Enríquez (1950); Isla de sal, de Clemente de la Cerda (1963); Cuentos para mayores, de Román Chalbaud (1963); La universidad vota en contra, de Jesús Enrique Guédez (1968) y Estallido, de Nelson Arrieti (1969).

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T/ Luis Jesús González Cova
F/ Cortesía Prensa FCN