Por Arturo Tremont|Aumento de salario (Opinión)

Los aumentos del salario mínimo ocurren cada vez que la inflación y el costo de la vida disminuyen el salario real del trabajador, dando así veracidad al aserto de “… los salarios suben por la escalera y la inflación por el ascensor”.

El salario mínimo es la base de la pirámide salarial, pues al aumentarlo suben las otras categorías de la tabla o escala utilizada en la Administración Pública o en tabuladores concertados en las convenciones colectivas.

Sin embargo, el aumento del salario mínimo se ha convertido casi en un aumento general de sueldos y salarios.

Las razones son estructurales porque tenemos un mercado de trabajo en el que la economía formal ha convertido el salario mínimo en la remuneración general.

Los trabajadores reciben su salario y esperan con ansias los “extras”, es decir, los bonos por productividad, recreacionales, bonos vacacionales, establecidos en las convenciones colectivas. Quienes cuentan con cajas de ahorro acuden a los préstamos, retiros parciales y otros mecanismos solidarios. Además, cuentan con la posibilidad de retirar, anualmente, hasta el 75 % del capital disponible en el fideicomiso.

Quienes no cuentan con esos mecanismos adicionales están en peores condiciones, puesto que están sujetos a la aplicación de la norma por parte de sus patronos.

El sector de la economía informal, estimado en 43 % o más, no recibe directamente los beneficios del aumento salarial. Como no está en una burbuja lo recibe indirectamente a través de las transacciones comerciales o por las tarifas de las “carreras” de taxi, la venta del comercio minoritario y otros ingresos del trabajador independiente.

El aumento siempre es bien recibido, excepto por los patronos, por su impacto en la economía.

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El aumento siempre es bien recibido, sin embargo el problema sigue vigente porque como dice un refrán popular: «Entre más masa más masamorra» es decir los trabajadores obtienen más dinero de los patronos que a su vez obtienen mayores ganancias por sus ventas en un círculo vicioso que avanza en un espiral que por su impacto en la economía hace que se vuelva sal y agua, debido a que los honestos y abnegados comerciantes se las ingenian para meter la mano en el bolsillo de los que reciben aumentos y esquilmarlos sin mucho esfuerzo por parte de ellos. Veamos un ejemplo, vivo en Maracay y por necesidad debo solicitar los servicios de un taxi para trasladarme desde el sector nueve de C. de Azúcar hasta la clínica Calicanto frente al liceo Codazi, cuestion de no más de 15 minutos y los taxistas sin medir tiempo ni distancia, cobran Bs. 300,oo en un servicio que hace un par de años costaba no más de Bs. 100,oo y la respuesta es muy clara, «la cosa está mala», ¿qué tal»