Los aumentos del salario mínimo ocurren cada vez que la inflación y el costo de la vida disminuyen el salario real del trabajador, dando así veracidad al aserto de “… los salarios suben por la escalera y la inflación por el ascensor”.
El salario mínimo es la base de la pirámide salarial, pues al aumentarlo suben las otras categorías de la tabla o escala utilizada en la Administración Pública o en tabuladores concertados en las convenciones colectivas.
Sin embargo, el aumento del salario mínimo se ha convertido casi en un aumento general de sueldos y salarios.
Las razones son estructurales porque tenemos un mercado de trabajo en el que la economía formal ha convertido el salario mínimo en la remuneración general.
Los trabajadores reciben su salario y esperan con ansias los “extras”, es decir, los bonos por productividad, recreacionales, bonos vacacionales, establecidos en las convenciones colectivas. Quienes cuentan con cajas de ahorro acuden a los préstamos, retiros parciales y otros mecanismos solidarios. Además, cuentan con la posibilidad de retirar, anualmente, hasta el 75 % del capital disponible en el fideicomiso.
Quienes no cuentan con esos mecanismos adicionales están en peores condiciones, puesto que están sujetos a la aplicación de la norma por parte de sus patronos.
El sector de la economía informal, estimado en 43 % o más, no recibe directamente los beneficios del aumento salarial. Como no está en una burbuja lo recibe indirectamente a través de las transacciones comerciales o por las tarifas de las “carreras” de taxi, la venta del comercio minoritario y otros ingresos del trabajador independiente.
El aumento siempre es bien recibido, excepto por los patronos, por su impacto en la economía.