Una brigada del Segundo Batallón del 11 Regimiento de la Infantería de Marina estadounidense, al mando del teniente primero Edward O’Day, había salido de San Sebastián de Yalí con dirección a la ciudad de Condega, en el departamento de Estelí.
A 15 kilómetros de la ciudad, en El Bramadero, el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN) los esperaba. La batalla fue planificada por el general Augusto César Sandino y dirigida por el general de Brigada más joven de los revolucionarios, Miguel Ángel Ortez y Guillén, de tan solo 21 años.
El joven general distribuyó su columna en dos grupos ubicados a ambos lados del camino. La caballería del general Espinoza fue encargada de cercar a los infantes de marina por el frente y la retaguardia. Cuenta Sandino que “cuando la avanzadilla de los piratas tocó el extremo de nuestra infantería, comenzaron los fuegos, y simultáneamente nuestras dos caballerías principiaron a flanquear al enemigo”.
La batalla se extendió por un poco más de cinco horas del 27 de febrero de 1928. Los estadounidenses fueron rodeados y ametrallados desde varias direcciones. Dicen que muchos fueron muertos a machetazos. Se rescataron 400 fusiles Lewis, 16 ametralladoras, 180 mulas cargadas con provisiones y municiones, 11 cámaras, 4 pares de gemelos, instrumentos quirúrgicos, 60 pistolas calibre 45, y una gran cantidad de utensilios y herramientas.
El venezolano Carlos Aponte, ya con el grado de coronel del EDSN, en una carta fechada el 17 de marzo de 1928 y dirigida al diario El Libertador de Venezuela, decía: “…fui testigo de una batalla que tuvo lugar en un punto conocido como ‘El Bramadero’, donde los Marines perdieron setecientos hombres y una gran cantidad de armas y proyectiles… Es necesario ver la organización de este ejército para saber que la razón por el triunfo de estos soldados que su interés es el ideal de libertad”.
Un año después, refiriéndose a la batalla, Sandino dirá: “…Creemos que esta es la primera vez que los yanquis han sufrido una masacre de este tipo en América Central”.