Este jueves en Argentina|Las cacerolas vuelven por el carril de la derecha a Buenos Aires

En 2001, Argentina era el escenario de uno de los mayores atracos bancarios de la historia y fueron confiscados los ahorros de cerca de dos millones de ciudadanos, los bonaerenses salieron a las calles amparados en una consigna: «piquete y cacerola, la lucha es una sola». Al final de ese año, en menos de dos semanas, 30 personas fueron asesinadas durante las protestas y cuatro presidentes desfilaron por la Casa Rosada.

Una década después, las cacerolas regresaron a la capital argentina, pero esta vez alzadas ya no por ciudadanos que libran una batalla contra los embates del modelo económico neoliberal, sino por la clase media local que trata de hacerle la «contra» a la política de distribución del ingreso de la presidenta Cristina Fernández.

La lucha definitivamente ya no es una sola: la lista de quejas y reclamos de los miles de ciudadanos congregados «espontáneamente» anoche en Buenos Aires iba desde «No al miedo» hasta denuncias de corrupción, pasando por la ya manida defensa de la «libertad de expresión». Tema clave de la agenda mediática local a medida que se aproxima el siete de diciembre; día en el que se vence el plazo para poner en práctica la ley para combatir los monopolios mediáticos.

Diputados opositores dijeron a Clarín –diario del monopolio de medios de comunicación del mismo nombre– que los asistentes no hablaban «de cambio de Gobierno» y que «nadie pide elecciones antes de tiempo». Si embargo, la frase “No a al reelección” fue una de las más replicadas en las pancartas.

Calcomanías y franelas eran vendidas a 50 pesos (casi 10 dólares), detalla un cronista de Página 12, con la inscripción: «No somos militantes ni soldados de nadie». En este caso, hasta «nadie» tuvo rostro: desde el ultraderechista Alejandro Biondini (aspirante en 2011 a Jefatura de Gobierno porteña) hasta figuras emblemáticas de la Propuesta Republicana (PRO), organización política del empresario Mauricio Macri.

Macri, jefe de gobierno capitalino, escribió durante la jornada en su cuenta en la red social Twitter: «La gente se está haciendo escuchar en todo el país con #unasolabandera».

«#unasolabandera» fue tan amplia que dio cobijo a críticas no sólo contra los «vagos mantenidos con dinero del pueblo» sino que fue lo suficientemente amplia como para cruzar la frontera: «No quiero vivir como en Venezuela. Quiero un país libre», fue uno de los eslogan.

Tras el cacerolazo «se esconde un programa económico y social aún más regresivo para las mayorías populares», precisó Corriente Político Sindical «Rompiendo Cadenas» a través de una Declaración ante el 8 noviembre publicada en Rebelión este viernes.

«Por ello, no es de extrañar que estas cacerolas critiquen a procesos políticos de la región –como Cuba o Venezuela– que, con sus limitaciones, buscan responder a reivindicaciones populares y conformarse como una alternativa al imperialismo y al neoliberalismo», agregaron.

Fuente/AVN