En «campañía» de Chávez|Carola Chávez: Grisáceo Gomez en Acarigua

Era lunes, aunque para Grisáceo Gómez, desde hace 14 años, todos los días son lunes y lluviosos. Este era un lunes de sol, caluroso, era un hermoso lunes en Acarigua.

Por la mañana, Grisáceo salió a la calle a hacer lo que siempre hace: quejarse amargamente en un monólogo sordo, ciego, pero nunca mudo. Iba, como cada día, gastarse en el intento vano de opacar la alegría.

Parado en la calle no entendía, algo estaba pasando, tanta gente, tanta bulla, tan temprano. Quiso quejarse de algo algo, de cualquier cosa, pero nadie se detenía, todos seguían caminando por la larga avenida donde Grisáceo suele lanzar al aire las quejas suyas de cada día.

Avanzaba el día, iba llegando más gente. Toda Acarigua estaba en la calle. Tanta gente vestida de rojo y Grisáceo en medio de todos, puntito gris de espalda, puntito gris que no entiende por qué la música, por qué el baile, la risa, los besos y los abrazos… ¿Qué carajo celebran si este comunismo nos está matando?

Miles de personas le responden mientras pasan a su lado. Grisáceo no quiere ver y no ve. No vió a la mujer que lo miraba, ahora que puede mirar gracias a la Misión Milagros. No vio a los niños cachetones, bien alimentaditos, no vio que ya no están desnutridos, que hace años dejaron de estarlo, no vio que hoy van a sus Simoncitos y a sus Escuelas Bolivarianas, no vio sus Canaimitas. Vio a su vecino pasar a su lado saludando contentísimo, diciéndole no se qué cosa de la Misión en Amor Mayor, algo sobre su pensión de vejez que Grisáceo, por no querer ver tampoco escuchó.

Empieza a caer la tarde, el calor no cede, Grisáceo tampoco. De repente, el gentío que lo rodea de convierte en bulla ensordecedora, solo bulla insoportable para Grisáceo. Por no querer oír no escuchó la razón de la bulla. No escuchó que Chávez había llegado a Acarigua, que la gente estaba ahí para escucharlo, para verlo, para acompañarlo.

Avanzaba la caravana del Presidente y la multitud avanzaba, imposible, compacta, mientras Grisáceo, imposible, permanecía estático, como una roca en medio de un río caudaloso. Como una roca gris, dura. Las rocas no sienten el fluir del río, no ven la vida que fluye con él, así mismo Grisáceo no vio los mil rostros que pasaban a su lado siguiendo a la caravana. No vio sus expresiones, sus ojos aguaditos, sus sonrisas amplias… Luego las manos, tampoco vió las miles de manos alzadas alcanzado a Chávez, no vio las mismas manos en el pecho, como atajando a mil corazones a punto de saltar. No vio a Chávez queriendo tanto a su pueblo, no vio al pueblo queriendo tanto a Chávez. No vio la esperanza convertida en certeza porque Grisáceo daba la espalda, todo por no querer ver.

Por no querer oír no escuchó a todos gritando como uno, otra vez y como siempre: ¡Te amoooooooo! No vio, no oyó, no sintió…

Caía la noche y Grisaceo, con su vocación de piedra, parmenecía inerte, puntito gris oscuro en una avenida atestada de gente colorida en campaña, por su candidato, con su Presidente. La campaña perfecta en Acarigua para la victoria perfecta, cosa que en Portuguesa saben hacer muy bien. Ya lo han hecho antes y lo volverán a hacer.

… «Hasta la victoria siempre» -Dijo al final Chávez. «¡Viviremos y venceremos!» -Respondieron todos menos Grisáceo.

Viviendo y venciendo regresaron a sus casas los acarigüeros.

Arrastrando los pies, regresa Grisáceo a casa, arrastrando los pies y mascullando: en Acarigua nunca pasa nada…

T/ Carola Chávez
F/ Cortesía Comando de Campaña Carabobo
Acarigua