¡El sur también existe! | Chávez de las utopías (Opinión)

Eran los tiempos del neoliberalismo a tabla rasa. Decían que era el fin de la historia, casi como aquellos religiosos que pregonan la inminente llegada del fin del mundo. Quizás por eso en mi cabeza suelo hallar una simetría entre el Apocalipsis y esa fase superior del capitalismo. Un ruido que me ensordece, un murmullo colectivo que fue silenciado a fuerza de balas. Ahí comencé a verle el punto débil. No tenía entonces la madurez cronológica, pero sí algo de madurez política, que llegó con el viento temprano de la mañana y nos hizo rebeldes.

Un poco más acá en el tiempo, pero no tanto, un centauro relampagueó un mediodía de febrero. Muy militar él, pero con una energía que derribó en pocos segundos la fobia natural de un liceísta fermintoriano a los garantes del “orden”. Ese hombre se había alzado contra Carlos Andrés. Eso era un acto heroico, un hombre formado para la disciplina y garantizar que la derecha se mantuviese incólume, mientras los buitres se rapiñaban el país, había salido a decir ¡basta! Esa gesta heroica fue originada en el aniversario del nacimiento del prócer que tanto admiraba: Antonio José de Sucre.

Y habló de Bolívar y luego, un año y medio más tarde, nos mandó un mensaje en video para la UCV. Abarrotamos el Aula Magna para ver el video del rebelde. En esos mismos tiempos, también vi a Fidel ahí por cinco horas hablando, parado, sin tomar un solo sorbo de agua. La Revolución estaba en marcha, por doquier su aroma nos embargaba.

Luego vino la libertad. Un día lo vi en La Candelaria, estaba paradito ahí, solo, esperando unos minutos antes de entrar a una conferencia que daría. Me acerqué y lo saludé. Fue la primera vez que le di la mano; un hombre sencillo, que se convertiría luego en el referente político más importante del entresiglo y de los tiempos por venir. El domingo pasado, por ejemplo, marcharon en España contra el chavismo.

La última vez que lo vi fue en la campaña. Era ya un hombre que “…tenía que ver con el curso de la Vía Láctea”, se despidió con un puño sobre mi pecho, en su juventud eterna. Es muy difícil ver un hombre construir utopías. El comandante Hugo Chávez lo hizo, ¡por eso vive!

T/ Ramón Alirio Contreras G.