El comandante Hugo Chávez desciende de llaneros y campesinos, de mulatos aborigen venezolano. De la estirpe de mujeres y hombres libres del ejército zamorano; de los mismos libertadores y centauros de la tierra arrasada. De aquellos soldados que se fueron con Bolívar y Sucre hasta Ayacucho por los infatigables caminos de la América Grande, de los últimos hombres a caballo.
Un rebelde natural como los cimarrones de las montañas lejanas y escondidas, como un auténtico zelote hijo de Simón. De mujeres amorosas y maternales que arrullan a sus niños con el Himno Nacional. Un soldado heroico de la Patria amada. Líder revolucionario y padre del socialismo del siglo XXI.
El presidente Barack Obama desciende de los primeros afrodescendiente traídos inmisericordes desde la profundidad mágica del África, ardiente y mitigada. De aquellos dolores de ancianos esclavizados para aumentar la riqueza del hombre blanco. De la siembra del tabaco y algodón. Su piel es testimonio desgarrado de historias encontradas, en millones de mujeres y hombres que lucharon por su dignidad y derechos civiles en la Norteamérica anglosajona. Del miedo terrible al Ku Klux Klan y de los alaridos centenarios de látigos negreros que dejaron sus marcas aberrantes en las espaldas esclavizadas.
A Hugo Chávez le llegó la luz de Jesús el hijo de María, y se abrazó al Cristo Redentor de los pueblos. Vivió de cerca la pobreza arañera, tesón del trabajo humilde y abnegado de la abuela consumada. En una escuela pueblerina y robinsoniana, escuchó la historia alerta de la espada de Bolívar que camina por la América Latina. Se vino a la Caracas que el ejemplo dio, con su maleta de sueño azul y libros rojos de emancipación. Se hizo cadete bolivariano y ciudadano de a pié. Amó a un pueblo que más amor le devolvió.
Obama se hizo hombre de leyes y es el primer presidente de su país descendiente de aquellos esclavizados que como ayer; hoy al contrario, ha decidido insolente torcer el brazo a las demás naciones que no acaten las decisiones del imperio que representa. Barack Obama, premio Nobel, tomó como escudo la guerra con sus flechas de destrucción y golpea fuertemente con sus cicatrices de opresión.
Hoy le recordamos a los dos; mientras Obama, el hijo de esclavos africano, sacó más bien el fuete blanco gringo para seguir con la opresión, Chávez se hizo constante de amor, dignidad y libertad de un pueblo valiente, bravío e independiente.
Uno, Obama, sigue como voz imperial guerrerista y de dominación; el otro, Chávez, se ha hecho millones en los pueblos del mundo por su paz y liberación. ¡Venceremos!