Colombia lleva tres semanas en las cuales los productores de los principales rubros de consumo han realizado un paro nacional que ha tenido un impacto y un apoyo popular que el Gobierno de ese país nunca imaginó.
La razón: los sucesivos TLC (Tratados de Libre Comercio) suscritos por Colombia, han permitido la entrada de millones de toneladas de productos que compiten, incluso a veces con mejores condiciones, con la producción nacional.
Esta situación ha hecho que en Colombia miles de campesinos se hayan empobrecido rápida y exactamente en las mismas circunstancias en que lo hicieron los campesinos mexicanos, lo que causa miseria y abandono del campo.
Colombia, además, viene progresivamente aumentando sus importaciones y lo que es una potencia de producción alimentaria, pronto puede perder esta privilegiada condición.
El salvaje saqueo y contrabando que realizan grupos delictivos a ambos lados de la frontera con Venezuela, es apenas un evidente signo de esto.
El tema de la distribución y apoyo para el trabajo de la tierra también es otro problema, ya que de 22 millones de hectáreas potencialmente productivas, apenas son productivas unas 5,5 millones, cifra que solo se entiende cuando revisamos que una poderosa fuente de riqueza de la rancia oligarquía colombiana se basa en el latifundio.
Además a diferencia de Venezuela que viene apoyando el agro con microcréditos y otras formas de inversión, el Gobierno colombiano poco ha hecho en esta área y el campesinado colombiano padece una grave situación de pobreza y está condenado a sufrir los efectos de la larguísima guerra interna entre las guerrillas y el Gobierno.
Colombia durante los últimos años nos vendió espejitos hablando solo de macroeconomía, pero lo cierto es que ese hermano país se encamina directamente al desastre económico si sigue apostando a la política neoliberal y anti-nacional.