Es una costumbre que se remonta a miles de años atrás y que personajes históricos como Cleopatra lo tenían dentro de sus trucos de belleza.
Pintarse las uñas no es algo que atente contra la salud, siempre y cuando se utilicen productos que no sean tóxicos y es ahí donde radica el problema porque ¿cuántas veces leemos los componentes que aparecen en la etiqueta?.
Aunque muchas veces la letra es demasiado pequeña y los consumidores se confían en que los esmaltes son comercializados como confiables, estudios del Departamento de Control de Sustancias Tóxicas de California mostraron que muchos de ellos poseen el llamado «trío tóxico», que está compuesto por los elementos cancerígenos formaldehído, ftalato de dibutilo (DBP) y tolueno.
Hoy, cuando mujeres adultas y niñas suelen poner color en sus uñas, el llamado va más allá de revisar las pinturas, pues también es necesario fijarse en ciertos características que nuestras manos presentan cuando algo no anda bien.
«Si vemos las uñas más amarillas de lo normal, es bueno dejarlas descansar, no pintarlas durante días y hacer una hidratación con agua y limón», indicó la dermatóloga Rosa Ortega al Huffington Post en español.
Los expertos explican que en algunas ocasiones utilizar estos productos puede ser beneficioso, pues algunos esmaltes transparentes ayudan a mantener la humedad de las uñas. Son precisamente los de color los que pueden ocasionar más daños.
«La mayoría de estas lacas son muy agresivas y tienen sustancias químicas que van pigmentando y debilitando la uña», agregó Ortega.