Por Gino González|Delirando con la peste (Opinión)

Cuenta Don Laureano: “Cargábamos agua de una pluma pública y ahí se formaban unos peleones por llenar los barriles, los más pequeños, nos escondíamos y esperábamos que ellos llenaran pa después hacerlo nosotros”.

Salvajes y con residuos de antiguas guerras en el cuerpo cayéndonos a golpes para sobrevivir de nosotros mismos.

Dice Don Pedro Contreras en sus reflexiones sobre el mundo: “Cómo no va a ser arrogante un rico. Calcule usted que en aquellos tiempos un hombre que andaba montado arriba de un burro miraba con indiferencia al que andaba a pie, máginese el que anda montao en un camionetón de esos de hoy en día”.

Narra Humboldt en Calabozo por ahí en 1812 cuando intentaba procurarse de Tembladores o anguilas eléctricas para su estudio: “…en el espacio de tres días no pudimos procurárnoslos, aunque sea muy fácil pescarlos y aun habiendo prometido a los indios dos pesos por cada pescado”.

El dinero era inútil. Él no lo comprendía así. Más adelante remata como típico europeo venido del consolidado capitalismo francés de su época: “¿cómo, pues, vencer la flema imperturbable del pueblo cuando no lo estimula el deseo del lucro?”

“Cuando la tierra es pequeña y pobre no tiene ni peón ni amo”. Cantó Alí Primera: A lo mejor aún no se habían cercado los barrancos, los pedregales ni los cardonales desérticos.

En lo poco que lo he hecho, leí esta metáfora de Marx en El Capital: “…en cuanto empieza a comportarse como mercancía, la mesa se convierte en un objeto físicamente metafísico. No sólo se incorpora sobre sus patas encima del suelo, sino que se pone de cabeza frente a las demás mercancías, y de su cabeza de madera empiezan a salir antojos mucho más peregrinos y extraños que si de pronto la mesa rompiese a bailar por su propio impulso.”

“Los pájaros te pueden revolotear encima, pero no puedes permitir que te hagan nidos en la cabeza”. Dijo Jaime al respecto.

No sé qué nos acorrala más, si las mafias comerciales o esos extremos ideológicos.

Aquí todo es un negocio.

Lo único gratis en el capitalismo es morir.

¡Ah, malhaya el animal que fuimos y la persona que aún no somos!

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