Algunas familias quieren volver a sus viviendas a pesar del peligro |Desalojo preventivo evitó pérdida de vidas en el 23 de Enero

Pese al cese de las lluvias, los terrenos continúan deslizándose

“Ya tenía listos los estrenos de los muchachos y sólo me faltaba el niño Jesús. Ahora los niños sólo tienen la ropita que pude agarrar antes de salir y eso fue porque estaba guindada mientras se secaba”, explicó Iramarú Ravelo de 28 años desde el refugio Fundacomún ubicado en La Redoma del Bloque 37 del 23 de Enero, a pocos metros de los escombros de la vivienda que hasta el 29 de noviembre fue su hogar.

La joven mujer y sus tres hijos comparten con otras 15 familias una parte del refugio cuando la vivienda de dos plantas donde también vivía la familia de su hermano, comenzó a ceder presentando grietas, obligando a las autoridades solicitar el desalojo preventivo de su casa y la de varios vecinos del sector El Samán.

“El desalojo preventivo, dijo Iramarú, evitó que ocurriera una desgracia ya que casi todas las casas han cedido y convertido en escombros, muchas de ellas en la madrugada”. Detalló que la mañana después de la desocupación, pudo ver como se deslizaba su vivienda y quedaba convertida en despojos y piedras.

Pese a la tragedia de perder su techo, la mujer no pierde las ganas de salir adelante y se preocupa por sus hijos a quienes mantiene tejiendo gorros y carteras. “Además de eso recibo el beneficio de las Madres del Barrio pero confío que el Presidente Chávez nos va a ayudar a ubicarnos en una vivienda estable. También estoy preocupada por la educación de los muchachos porque a ellos si quiero darles una educación como yo que solo llegué hasta primer año de bachillerato”, aseguró.

Iramarú Ravelo

SOLO SE VE EL GOBIERNO

Iramarú ironizó sobre la actuación de las personas de los partidos de oposición a quienes solo se les ve cuando hay campaña electoral, “aquí solo ha pasado el gobierno para traernos comida, censarnos y aunque no nos dan la respuesta inmediata, uno se siente atendido.

Puras camisas rojas en toda esta zona es lo que uno ve. A los otros (los opositores) ni se han visto ni para traernos esas donaciones que dicen que están recogiendo” finalizó.

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La señora Xiomara Mendoza, también habitante de la zona pero en la parte baja, dijo que ellos están esperando el permiso de las autoridades para tumbar una pared agrietada por el movimiento de tierra, para levantarla más fuerte y volver a su hogar; “porque estamos en un refugio y queremos volver a nuestra casa. Hoy estamos aquí lavando las cosas y arreglando los corotos. Solo dormimos en el refugio”, dijo reconociendo el riesgo de estar en la vivienda.

Mendoza detalló que en su casa residen 11 personas de dos familias, y entiende que en el país existe una gran emergencia que afectó a muchas personas, pero si el Estado les ofrece una solución para que puedan abandonar su casa, ellos la van a acatar, “mientras tanto vamos a luchar por recuperar nuestra casa”, indicó.

NO AYUDABAN, NOS ROBABAN

Freddy Blanco, también refugiado en Funda Común explicó que todavía no sale del asombro cuando él y varios de los vecinos observaron a unos hombres en las viviendas caídas de El Samán que estaban sacando pertenencias y enseres, para llevárselas lejos de sus verdaderos dueños.

“Desde aquí abajo veíamos las casas derrumbadas de los vecinos, por aquél lado habían varios hombres sacando cosas y pensamos que estaban buscando a alguien tapiado, pero cuando les gritamos que bajaran las cosas para acá, se fueron corriendo”, explicó Blanco.

Freddy Blanco

Blanco, quien trabajaba como cocinero en una sala de juegos ubicada en La Trinidad, explicó que debido a la emergencia tuvo que abandonar su trabajo para poder atender a su familia, sin embargo mantiene el buen semblante porque en el refugio puede ejercer su profesión de cocinero para sus vecinos.

“El gobierno nos dio enseres como una cocina y una nevera, y gracias a Dios, la comida no nos ha faltado porque las autoridades están muy pendientes, y solo nos tememos que preocupar es de cocinarla y tener paciencia para ver que solución nos van a poder ofrecer”, enfatizó encogiéndose de hombros.

Al consultarle sobre la seguridad de lugar, Blanco fue enfático en su respuesta: “estamos más seguros de lo que puedan pensar, tenemos a PoliCaracas y a los funcionarios del Ejercito siempre aquí”, concluyó.

NO OLVIDEN A LOS COMERCIANTES

Al inicio de la carretera Caracas-La Guaira, Dilson Amaya, propietario de la Posada de Dilson, sacaba junto a sus hermanos y familiares los equipos del restaurante que funcionaba en el local que Protección Civil, Bomberos y Guardia Nacional Bolivariana, decidieron clausurar por el riesgo de derrumbe existente en la zona.

Amaya explicó que se encuentra devastado por la medida ya que según la información que el conocía, los locales comerciales no iban a ser tocados, “pero los militares vinieron y nos dieron 72 horas para sacar nuestras cosas porque le van a pasar el bulldozer a todos los locales”.

Visiblemente afectado por la medida tomada por las autoridades, el dueño de la posada dijo que las neveras y enseres iban a ser llevados hasta Táchira porque no tienen donde dejarlas. Lamentó que la medida que también afectó a dos bodegas y una herrería, se tomara en esta época del año y el cierre deja sin empleo a seis personas. “Queremos que el gobierno nos ayude, imagínese que hace un año gastamos un montón de cobres para remodelar el local, y ahora lo van a echar abajo”, dijo.

Amaya aclaró que el no está pidiendo hogar porque entiende la problemática que existe en el país, pero si solicitó a las autoridades que le ubicaran un local para poder trabajar.

EL INFIERNITO NO ESTÁ EN BLANDIN

Vecinos del barrio El Infiernito ubicado pocos metros después del comando de la Guardia Nacional en la Autopista Caracas-La Guaira en sentido al litoral, reclaman porque toda la ayuda para los damnificados, está centrada en Blandín, mientras ellos también fueron afectados por los derrumbes de la zona.

Verónica Romero manifestó que en el barrio las viviendas también se encuentran en peligro de colapso, pero por estar ocultos por la autopista, no han sido atendidos. “Cuando las casas y los terrenos del frente (Blandín) ceden, nuestras casas tiemblan y varias de ellas se han agrietado y tememos por nuestras vidas y la de nuestros hijos”.

Las huellas de las palabras de Verónica se observan en las escaleras que comunican la barriada con la autopista, todas llenas de piedras, lodo y escombros de viviendas que han cedido por los movimientos del terreno.

Zoraida Hernández, una de las más antiguas habitantes del barrio según sus propias palabras, explicó que en los últimos años fueron censados cuatro veces, “pero hasta el día de ayer no nos han traído ni comida y las bodegas que quedaban al otro lado (Blandín) las cerraron o se calleron”, declaró agregando que ahora se encuentran a la buena de Dios.

T/David Rosas
F/Alberto Corro