Desarme y cultura de paz

TEMÁTICA

POR: RED DE APOYO

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Hablar de cultura de paz implica reconocer que en la actualidad el mundo sigue siendo testigo de conflictos armados, guerras e invasiones entre países, situaciones que -analizadas empáticamente- dificultan asegurar la existencia real de una situación de paz para toda la comunidad.

Pero, además, para hablar de cultura de paz es necesario comprender a qué nos referimos con este concepto: ¿qué es la paz? Y existen tres grandes referencias históricas de las que podemos partir: la paz romana, la paz griega y la paz judía o hindú (Greta Papadimitriou y Sinú Romo, 2005).

Los romanos antiguos nos dirían que se trata de la negación de la guerra, la ausencia de conflictos bélicos, en la que un Estado se imponía sobre otro a través de la represión imperial, a través de las armas, una vez ganada la guerra. El poder bélico determina entonces, paradójicamente, quién obtiene la paz y a quién se le impone.

Por su parte, la paz griega es un concepto intimista, asociado a la no existencia de conflictos. Es la desaparición de los problemas, (cosa imposible), se trata de lograr el sosiego del espíritu, pero esta paz necesita entonces eliminar la interacción entre las personas, de modo que logre también eliminar los conflictos que son naturales entre ellas. Es una paz con base en el encierro.

En contraste, la paz judía o hindú plantea que la justicia social es en sí misma la paz. Se trata de un concepto que reivindica la satisfacción de las necesidades y, agregando un enfoque de derechos humanos, la garantía de los derechos de todas las personas. Entonces, la paz es un medio, un sendero, no el fin último, así como la justicia es el camino para lograrla.

EN VENEZUELA

En nuestro país la última guerra vivida fue la federal, que se desarrolló entre 1859 y 1863. Sin embargo, después de 138 años desde que cesaron los conflictos bélicos en Venezuela, aun hoy seguimos intentando descifrar las vías para consolidar una sociedad mas justa y solidaria, en lógica de paz positiva.

Una vía para el logro de esa cultura de paz positiva, como forma de vida, como filosofía y como opción política, es el control de las armas, las municiones y el desarme; un desarme social que desprivatice la seguridad ciudadana, la vida, la integridad personal, la libertad y el conglomerado de derechos humanos y lo democratice, en un acto de justicia social.

Las armas de fuego, aun las pequeñas y ligeras, incluso las legales, las adquiridas en tiendas -autorizadas por los Estados- y en manos de “personas decentes” pueden ser –y en la práctica, efectivamente son- armas de destrucción masiva, que ocasionan la muerte de mas de medio millón de personas al año (Martín Appiolazza, 2001), aumentan los riesgos individuales y sociales de muertes, lesiones, accidentes, suicidios y de situaciones de violencia por causas económicas.

Las armas además, victimizan, a todas las personas, sin distinción, aunque afectando especialmente a personas en situación de pobreza, o de mayor vulnerabilidad.

Nos encontramos con una epidemia, con un asunto de salud pública, pero sobre todo, con personas que mueren, son lesionadas, sufren el robo de sus bienes o que deben resignarse a la pérdida de sus familiares, ir a visitarlos en la cárcel o cuidarlos cuando tienen alguna discapacidad, dejando, tal vez de vivir sus propias vidas de manera digna.

POR UNA CULTURA DE PAZ

Transitar hacia una cultura de paz, a través del control de las armas es un proceso que implica reconocer, en primer lugar, la existencia de un problema que solo puede resolverse con la participación social, en ejercicio de la corresponsabilidad y la cooperación con los órganos que componen el poder público del Estado, y además supone comprender que el uso de armas de fuego, en lugar de proveernos seguridad lo que hace es agravar las consecuencias de los conflictos, aumentar el peligro de accidentes y obstaculizar los procesos de inclusión e igualdad de la sociedad.

Es fundamental comprender además que el desarme es una especie del género que representa el control de armas, y que las estrategias para lograr una cultura de paz implican necesariamente que se desarrolle el cumplimiento de políticas públicas inclusivas que atienden los múltiples factores que inciden en la violencia asociada a las armas, que se debe incidir en las motivaciones que las personas tienen para armarse, garantizando sus derechos, con perspectiva de integralidad e interdependencia de esos derechos.

El control de las armas implica establecer mecanismos de prevención, seguimiento, fiscalización y regulación para la fabricación, importación, distribución, comercialización, adquisición y otorgamiento de portes y licencias de armas y, además, brindar las garantías para recuperar la confianza de la población en el Estado, ejerciendo el monopolio de la fuerza legítima.

Controlando las armas legales, se incide notablemente también en la disponibilidad de armas ilegales en manos de civiles.

Es importante recordar que tener un arma de fuego en Venezuela no es un derecho, es el Estado el que otorga licencias o permisos que cumplan con los requisitos establecidos en la ley.

Editorial Red de Apoyo
I/ Edgar Vargas
Caracas