El ser humano ha mostrado poder adaptarse con relativa facilidad a los retos ambientales, sociales y culturales de su entorno. De la costumbre se generan los hábitos y de ahí actitudes y actividades que, lentamente, van transformando nuestra cultura y la visión de nuestra sociedad de lo que está bien o no. Nuestra visión sobre la violencia y los derechos humanos también es cambiante y puede no ser igual en distintos momentos históricos, aun cuando hablemos de cambios que se dan en un par de años o meses.
Actualmente nos hemos “acostumbrado” a tolerar y aceptar situaciones o actitudes con las que no necesariamente estamos de acuerdo de manera individual. Leer la sección de sucesos de la prensa nacional es una competencia con la ficción: llena de crímenes o abusos cada vez mas atroces, menos humanos. Sin embargo, la sorpresa es el único sentimiento permanente, llevando la indignación al olvido. Mientras mas inseguridad hay, menor es la preocupación por los derechos y las garantías fundamentales de los presuntos criminales. Se vuelve común escuchar propuestas de “ajusticiamiento” o “linchamientos” como alternativa a las fallas del sistema judicial que no logra mantener a los criminales fuera de las calles.
UN DERECHO HUMANO Y UNIVERSAL
Es difícil argumentar un derecho mas importante que el propio derecho a la vida. Sin embargo, vemos que, como sociedad, se nos desvía la moral; relativizamos los casos y terminamos aceptando que el derecho a la vida aplica siempre y cuando no se trate de un criminal.
No obstante, el principio de los derechos humanos es que son universales y en el momento que dejan de serlo, nuestra sociedad falla y representa un retroceso en lo mas básico de un Estado de Derecho: igualdad ante la ley. Por tanto, resulta imperativo reflexionar sobre lo que aceptamos como justicia y sobre lo que consideramos correcto, aun en situaciones extremas, como las actuales.
Es justo en momentos de desesperanza y dolor, como los que estamos pasando, que resulta mas importante que, como sociedad, nos resistamos a la deshumanización racional consecuencia de nuestro entorno. La justicia no debe ser “a toda costa” ni fuera de cualquier parámetro legal, pues de ser así dejaría de ser justicia y abriría la puerta al revanchismo y la anarquía.
Un ajusticiamiento o linchamiento no es mas que una categorización del homicidio. La racionalización del homicidio como mecanismo de justicia, puede llevar a acciones que lamentaremos posteriormente como sociedad, y puede dejar profundas marcas que traigan a su vez mas impunidad, división y violencia.
Colombia todavía atraviesa las profundas heridas que ha dejado la guerrilla a su paso pero también de la respuesta que ha dado la sociedad a través del Estado, muchas veces marcada por los excesos. En Venezuela, las heridas son cada vez mas profundas y la muerte de criminales por lo que se puede presumir como ajusticiamiento se nos ha vuelto tan normal como el béisbol en octubre.
A pesar de ello, debemos tener en cuenta que existen umbrales que una vez se cruzan son difíciles de corregir y a un gran costo que muchas veces tarda generaciones en sanar.
¿A DÓNDE IREMOS A PARAR?
De seguir la situación así, nos comportaremos como lo haría cualquier otra en nuestra situación: nos adaptaremos. Poco a poco lo hemos hecho ante la violencia. Pero pronto ya no será a los niveles de violencia sino a su solución fuera de la ley con linchamientos, ajusticiamientos, exterminación entre bandas a la orden del día.
¿Cuánto tiempo nos tomará cambiar venganza por justicia? ¿Se adaptarán nuestras instituciones a la ley o perderán la fe en la legalidad como canal para la justicia? ¿Cuántas torturas se permitirán? ¿Cuándo volverá nuestra indignación ante los crímenes que quedan impunes? ¿Cuándo pararán los enfrentamientos y ajustes de cuentas?
Nuestro llamado ante las instituciones de justicia debe ser ya un grito desesperado para no perder nuestra humanidad como sociedad. Es deber individual no desuniversalizar nuestra concepción del derecho a la vida y defenderlo firmemente.
Es deber del colectivo recordar la obligación constitucional y el imperativo moral del Estado de proveer a la sociedad de un sistema de justicia imparcial, eficaz y apegado a nuestro pacto social. Solo con justicia nos podremos volver a re-adaptar y combatir la violencia desmedida. El llamado es a que los homicidios diarios, la venganza y ajusticiamiento se conviertan en ampliamente reprochables y una anomalía en el acontecer nacional.