Por José Gregorio González|De la dignidad (Opinión)

La insurrección del 4 de febrero de 1992 marca la historia de Venezuela. Cuarenta años de democracia se tambalearon con la insurgencia de militares y civiles que se levantaron no solo para denunciar la crisis política que mermaba a la población sino también para demostrar que aun existía en el seno de las Fuerzas Armadas una clara conciencia de dignidad.

El comandante Hugo Rafael Chávez Frías, con su voz de mando jamás derrotada, pronunció en segundos un discurso mínimo que cambio el rumbo del país. ¡Por ahora!, mas que una expresión usada para justificar la derrota de un movimiento, se adentró en el corazón del pueblo para permanecer como un corpus de vivencias que se tradujo en la posibilidad de conquistar la mayor suma de felicidad.

La dignidad mostrada por el Ejército venezolano hace 22 años aceleró la ruptura con la República representativa para dar paso a la Revolución Bolivariana.

Desde entonces la conciencia del colectivo se reafirmó en la lucha por conquistar los espacios que le corresponden. Chávez dio un vuelco al devenir histórico nacional e internacional. Su amor por los desposeídos permitió visibilizar todos los problemas que afectaban a la sociedad venezolana e iniciar una cruzada para redistribuir la riqueza en forma equitativa.

La IV República, siempre al servicio del capitalismo, masacró a quienes se opusieron a sus prácticas expoliadoras. Miles de muertos y desaparecidos fue el precio pagado en la búsqueda de salidas democráticas. La explotación de obreros y campesinos, de los ciudadanos en general, generó descontento en los hogares nacionales al extremo de originar la conmoción social que se conoce como El Caracazo.

El levantamiento de febrero de 1992 sentó las bases para una nueva República. La preocupación de Chávez por las clases populares incorporó al sentimiento nacional la existencia de la solidaridad y el amor a la Patria. El clamor del pueblo fue escuchado y la filiación del Comandante con su gente propició el advenimiento de nuevos tiempos para Venezuela. La dignidad de los sublevados sembró esperanza en los senderos del país.

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