Por Marcelo Barros|Economía, ecología y Comunión (Opinión)

Este jueves, las comunidades católicas celebran una fiesta para adorar la presencia de Cristo en la eucaristía. Por el hecho de que esa conmemoración haya sido creada en la Edad Media, en medio de las polémicas contra los herejes, esa fiesta contiene un desafío ecuménico. Es contradictorio celebrar un sacramento de unidad, reforzando expresiones dogmáticas que sólo sirven para aumentar la división. Sin embargo, celebrar la presencia divina en el alimento, simbolizado por el pan y por el vino, es una manera de afirmar que Dios está presente en la lucha cotidiana de las personas, para garantizar el pan nuestro cada día. El pan y el vino de la comunión recuerdan a toda persona cristiana que, cada vez que, como hermanos y hermanas, compartimos el alimento y la vida, damos testimonio al mundo de que Jesús está presente en todo acto de solidaridad y amor fraterno.

En el siglo IV, San Agustín enseñaba a los fieles: “En la cena de Jesús, este pan representa lo que ustedes son: cuerpo de Cristo. El pan es el símbolo y sacramento de la comunidad. Y cuando vivimos en comunidad somos la presencia de Cristo en el mundo” (sermón 277). Por eso, al compartir el mismo pan, la comunidad cristiana propone que se organice el mundo a partir de compartir y no de competir de forma individualista. En otras religiones también hay ritos a través de los cuales el Espíritu participa de la mesa y de la vida de las comunidades.

De un modo u otro, las diversas tradiciones espirituales revelan que la convivencia humana puede ser organizada a partir de la comunión. En el judaísmo, cada año, la Pascua es celebrada en una cena fraterna. En el Islán, el ayuno del Ramadán concluye con una comida de fiesta y confraternización. En los cultos afro-brasileros, aún en las comunidades más pobres, en todas las fiestas, las comidas son siempre abiertas a todos/as los que quieran participar de la comida de los Ori chas.

Actualmente la celebración de toda eucaristía debería ampliar en el corazón de los creyentes, el proyecto de concepción de una comunidad reunida en el compartir del pan y de la vida. La visión de la comunidad humana debe ser ampliada. Debe incluir a los animales, a las plantas y a todo ser vivo. Cada vez más la ciencia nos hace descubrir que, orgánicamente, somos todos de la misma familia. El DNA de un ser humano no es esencialmente distinto del DNA de otro mamífero. Los científicos afirman que no existe vida aislada. Lo que constituye la vida es una permanente relación e interdependencia de células y organismos. La Ecología quiere ser la ciencia y el arte de esa relación entre todos los seres vivos. Ella profundiza como, de hecho, la vida depende de ecosistemas, necesarios para que los animales y los vegetales puedan sobrevivir y protegerse los unos a los otros.

La Carta de la Tierra destaca que todos los seres vivos forman una verdadera “comunidad de vida”. Para las actuales comunidades cristianas, la comunión eucarística no puede referirse solamente a la comunidad Cristiana. Ella es sacramento de la unidad de los discípulos y las discípulas de Jesús. Actualmente el universo entero se constituye como un inmenso “cuerpo de Dios”, o sea un a presencia amorosa del Espíritu Divino en todos los seres vivos. El ecumenismo es el esfuerzo para que la unidad haga de los cristianos y de los miembros de las diversas religiones hermanos y hermanas de la misma casa común que es la tierra.

En el mundo de hoy, la ciencia que administra los bienes de la sociedad humana es la Economía. Etimológicamente, el termino economía viene de la misma raíz de ecología y ecumenismo. En el prefijo de esas tres palabras, encontramos el término griego: oikos que significa casa. La Economía debe cuidar la administración de la sociedad como una casa común a todos. Lamentablemente, la sociedad dominante concibe y organiza la Economía apenas como ciencia de las finanzas y para reforzar el lucro de quien posee dinero y riquezas. No se preocupa con el bien común e y con la vida de todos. Trata la tierra y la naturaleza como meras mercancías para mantener la desigualdad social. Por eso, la parte más consciente de la humanidad se vuelve para l a Ecología como un camino nuevo de socialismo, de buen-vivir para todos. Quiere inspirar una nueva concepción de economía, basada en el respeto a los bienes comunes y orientada para la vida y la comunión de todos: una Economía ecológica.

Al celebrar este jueves, la eucaristía como señal de la presencia divina en todo el universo, los católicos se unen a toda la humanidad que, conforme la propuesta de la ONU, consagra el día siguiente, 05 de junio, como “día internacional del medio-ambiente”.

Para los cristianos, la resurrección de Jesús recapitula toda la creación (Rm 8,19-21; Col 1,20; Ef 1, 9-10). Jesús resucitado asume la figura del Cristo Cósmico, una profecía del ser humano renovado en el cual Dios y humanidad se unen.

El mundo está predestinado a la transfiguración para tornarse un nuevo cielo y una nueva tierra. El el siglo IV, San Gregorio de Nazianzo, obispo oriental, comentó: “El Criador colocó al ser humano sobre esta tierra, como un nuevo ángel, completamente insertado en toda la naturaleza criada por Dios, para revelarle siempre que todo el universo es divinizado por la presencia amorosa del Espíritu” [1].

[1] GREGÓRIO DE NAZIANZO, Oración 45, 7 citada en el Documento Final del Encuentro del Consejo de las Iglesias de Europa en Basiléia, 22.

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Recife / Brasil