El 11 de abril la cúpula empresarial se hizo fugazmente del poder

Una marcha opositora enviada sin sentido aparente hacia el Palacio de Miraflores, los muertos de Puente Llaguno, las violaciones impunes de la ley por los canales televisivos, el cierre del canal 8 y la decisión de Chávez de ir a Fuerte Tiuna, marcaron la jornada del 11 de abril, cuando se consumó el golpe de Estado

___________________________________________________________________

Avanzada las tres de la madrugada del 12 de abril, Chávez salió de Miraflores, escoltado por el general Néstor González González, hacia Fuerte Tiuna. Quería mirar directamente a los ojos de los militares que lo habían traicionado. Horas antes, Fidel Castro le había aconsejado que no se inmolara y le dijo: “… Tú no mueres hoy… esto no se termina aquí”. En Fuerte Tiuna lo esperaban los generales rebeldes y monseñor Baltazar Porras para que firmara la renuncia.

El Comandante abandonó el palacio presidencial en medio de una atmósfera sombría, una cuantas lagrimas que chorreaban por algún rostro y un dejo de tristeza que acompañaba el abrazo de despedida. En muchos venezolanos, sobre todo los más desprotegidos, quedaba el sabor amargo y la tristeza de que una vez más se había frustrado el sueño de lo que el líder llamaba la “patria bonita”. Horas después, ese mismo pueblo, que por segunda vez bajó de los cerros, se lanza a las calles clamando por la libertad de su Presidente.

A las 4:55 de la madrugada del mismo 12 de abril, el presidente de la Federación de Cámaras de Comercio y de Industria de Venezuela (Fedecámaras), Pedro Carmona Estanga, fue presentado en cadena nacional de radio y televisión como el líder del Gobierno transitorio respaldado por los mandos militares. Por primera vez en la historia de Venezuela, la cúpula empresarial decide asumir directamente el control del Estado y nombra a uno de lo suyos en Miraflores. No imaginaban que en menos de 48 horas serían fulminados por el pueblo en alianza con los militares patriotas.

Horas después, ese mismo día, por el canal Venevisión el locutor Napoleón Bravo les da los buenos días a Venezuela e informa que “tenemos nuevo presidente”.

Con una de esas frases que quedaron para la historia y la crónica, el dirigente Enrique Mendoza, con la gorra volteada hacia atrás y una curita pegada al costado derecho de la frente, anuncia ante las cámaras de televisión que “esa basura que se llama el canal 8 va fuera del aire, fuera del aire”.

A las diez de la noche del 11 de abril fue interrumpida la señal de Venezolana de Televisión. En el resto de los medios se comenzaron a transmitir informaciones que indicaban que el presidente Hugo Chávez estaba fuera del poder.

Héctor Guzmán Patiño, uno de los miles de venezolanos que el 11 de abril se encontraba en Puente Llaguno, en la avenida Urdaneta, resguardando el Palacio de Miraflores, recuerda que fueron después hacía la sede de Gobierno y encontraron a Iris Varela sentada solita en la tarima montada en Miraflores

“Nosotros fuimos a buscarla allá: ‘Iris , bájate de ahí’, le dijimos”, relata Patiño.

Juan Acosta, herido en Puente Llaguno por una bala que le entró por el cuello y salió por el pulmón, se evoca recién operado en una sala de cuidados intensivos en el hospital de Catia. Allí escuchó que Chávez volvía. Esa noche le dieron de alta. Se vino caminando descalzo por el pavimento, vestido con la ropa con la que lo operaron. Da gracias a Dios por estar vivo y a Chávez, ya que lo enviaron a Cuba a reparar una cuerda vocal que quedó afectada por el proyectil.

El golpe del 11 de abril, consumado en la madrugada del 12, tuvo en Puente Llaguno, en horas de la tarde, uno de los momentos más trágicos y decisivos. Se estima que allí, baleados por efectivos de la Policía Metropolitana y francontiradores contratados, perecieron unas 19 personas y resultaron heridas más de 100, entre opositores y chavistas.

Aquel día los canales de televisión, metidos en el plan golpista, decidieron “partir” la pantalla y violar la obligación de acatar la cadena oficial a que están obligados. Imágenes manipuladas, tomadas desde la altura de un edificio al norte de Puente Llaguno, transmitidas por Venevisión, sirvieron de excusa para culpar al Gobierno de los muertos y solicitar la renuncia del Presidente por intermedio de militares confabulados. Las imágenes difundidas nunca mostraron el ángulo en el que aparecían efectivos policiales disparando contra quienes estaba en el puente.

Héroes de Puente Llaguno

Edgar Márquez, presidente de la Asociación de Víctimas del golpe del 11 de abril, contó al Correo del Orinoco que recibió un tiro de fusil R15, entre las dos y las tres de la tarde, disparado por un efectivo de la Policía Metropolitana, que le pulverizó el hueso húmero, con salida por la espalda. Lo atendieron en el hospital de Manicomio.

Márquez sostiene que la oposición no ha cejado de intentar tomar el poder por la violencia.

“Los eventos que hemos vivido reiteradamente (golpe de Estado, paro petrolero, guarimbas, guerra económica) tienen la intención de provocar un golpe de Estado. Su única intención es borrar todas las conquistas y acabar con el estamento jurídico que sostiene a la Revolución. Por eso le hacemos un llamado a la juventud que tiene entre 15 y 25 años, que aunque no le veamos la cara a los responsables, como sí se la vimos en el 2002, ellos prosiguen intentando quitarles sus derechos a la juventud, los campesinos, las mujeres, los indígenas y al pueblo en general”, expresa.

Don Márquez considera que con la unidad se defiende la patria de las agresiones de Estados Unidos, Colombia, Panamá, España, y exige al imperio estadounidense que suspenda el bloqueo financiero contra Venezuela y cese la guerra económica.

Hoy, desde las nueve de la mañana, las víctimas de Puente Llaguno estarán en el sitio recordando aquellos momentos. Colocarán una ofrenda floral ante el monumento.

Fernando Mendoza era otro de los miles de revolucionarios que el 11 de abril se encontraban en Puente Llaguno en una vigilia que iba por el tercer día. Se corrían rumores de que venía gente de la oposición a tomar el Palacio de Miraflores y a “sacar al tirano”, expresión con que satanizaban al presidente Chávez. Un día antes había escuchado cantar a Cristóbal Jiménez, quien los animó con música llanera.

Mendoza, para entonces un joven de 22 años, se encontraba en el lugar junto a sus hermanos, prestos a defender la Revolución.

El 11 en la tarde, Mendoza presenció cómo desde los vehículos conocidos como “la ballena” y “el rinoceronte”, efectivos de la Policía Metropolitana disparaban contra el pueblo desarmado ubicado en Puente Llaguno. El fue uno de los heridos, precisamente en la avenida Baralt, debajo de la estructura. Estaba escondido debajo de un kiosco. Cuando salió en carrera recibió el impacto de bala que le dio en la columna y se alojó en el pulmón. Todavía tiene el proyectil allí.

Cuenta Mendoza, hoy un hombre de 37 años, que está vivo de milagro. Lo llevaron a un módulo médico en el que le prestaron los primeros auxilios. Luego lo trasladaron al Hospital Pérez Carreño donde lo operaron.

Señala que los efectivos de la Policía Metropolitana se escondían detrás de los vehículos blindados. Los francotiradores disparaban desde los pisos altos del Hotel Edén.

“Nosotros pensamos que era una manifestación normal. No nos imaginábamos que la Polocía Metropolitana estaba metida en el complot y utilizó las armas contra un pueblo desarmado. Todos los medios de comunicación estaban a favor del golpe. Se convirtieron en golpistas”, dice.

Juan Acosta, quien junto a Mendoza y Héctor Guzmán Patiño estuvo el lunes de esta semana en Puente Llaguno, recordó que el 11 de abril de hace 16 años escucharon una gritería. Dijeron que la marcha de Chuao venía hacia el centro de Caracas rumbo a Miraflores.

Acosta y otros compañeros se mantenían entre Miraflores y la Vicepresidencia, en la avenida Urdaneta, o en Miraflores y Caño Amarillo.

“La marcha de la oposición nunca llegó a Puente Llaguno. Llegaron hasta Korda Modas. Cuando estábamos aquí desplegados, sube la Metropolitana con la ballena y el rinoceronte. Los francontiradores estaban en el Hotel Edén. Como a las tres y media de la tarde se escuchan unos tiros. La policía comienza a disparar. Todo el mundo se tira al piso. Aquí calló Pedro Linares. Yo bajé corriendo y cuando lo estoy arrastrando del medio de la vía, por la Baralt, siento un impacto de bala que se me incrustó en el cuello, con orificio de salida por el pulmón. En ese momento le digo al amigo que no puedo auxiliarlo más y me fui corriendo. Por allí cayó muerto Rudy Urbano. Le pasé por encima y caí”, relata Acosta.

Acosta fue cargado hasta el hospitalito montado en Miraflores. Allí le hicieron las curas iniciales. Posteriormente fue trasladado hasta el hospital de Catia donde fue operado. Había perdido mucha sangre. Permaneció hasta el siguiente día. En el hospital escuchó que Chávez regresaba. En la noche le dieron de alta.

“ Me vine descalzo, sin zapatos. Tenía puesta la ropa de operación. Gracias a Dios Todopoderoso estoy vivo. Y gracias a Dios y a Chávez estuve en Cuba haciéndome correcciones en la garganta ya que la bala me rozó la cuerda vocal izquierda. Estuve casi dos meses y medio en La Habana. Aquí estoy y continúo. Si salen con un 11 le venimos con un 13”, señala.

Héctor Guzmán Patiño dice que ellos no creían que la marcha opositora llegara hasta el centro capitalino y que ellos simplemente se encontraban resguardando el Palacio de Miraflores. Patiño estaba en Puente Llaguno junto a su familia, sus hijos.

Relata que cuando observaron que avanzaban los vehículos de la Policía Metropolitana, bajaron hacia la esquina de Piñango. En ese momento se inició la masacre.

Patiño recibió perdigones en la cara. Un perdigonazo le voló el pabellón de la oreja izquierda.

“Recibí 12 perdigonazos en los genitales. Afortunadamente todavía conservo los genitales y conservo mi frente. En el Hospital Vargas me curaron. Yo estaba en la esquina de Piñango. Había allí un kiosco metálico que fue abaleado y perforado. Después lo quitaron. A Peña (alcalde metropolitano) no le convenía dejar ese kiosco allí”, dice.

Recuerda que iris Varela quedó solita allá, montada en la tarima de Miraflores.

“Nosotros fuimos a buscarla allá: ‘Iris , bájate de ahí’, le dijimos. Cuando Chávez regresó me volvió el alma al cuerpo. Sentí un gran dolor que me quitaran ese gran líder”, indica.

T/ Manuel Abrizo
F/ Gustavo Frisneda y Cortesía
Caracas